De oráculos y artes adivinatorias

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



No hay nada más inquietante para los seres humanos que la incapacidad de romper el impenetrable velo del futuro, y no saber qué nos va a suceder, cuándo y cómo. El origen de esta angustia existencial es saber que vamos a morir. Cómo cambiar el destino y evitar la fatalidad se convierte en el propósito de nuestra existencia. La consecuencia de esta angustia es vivir el presente referido al futuro.

Esta necesidad de ver el futuro, ha llevado a que desde tiempos inmemoriales, las cortes y los centros de poder hayan tenido entre sus colaboradores adivinadores y oráculos de todos los pelambres. Es decir, el ocultismo desde siempre ha sido compañero inseparable de los poderosos.

En algún momento, el oscurantismo vio la luz, y fue así como los astrólogos se convirtieron en astrónomos, los alquimistas en químicos y así sucesivamente. El tarot y el tabaco dieron paso a las matemáticas, a simuladores, a la estadística y otras artes adivinatorias.

Se creó la ilusión de que la ciencia, las matemáticas y el sustento cuantitativo, nos permiten "predecir" el futuro. Los oráculos de Delfos modernos se refieren a sus adivinaciones como proyecciones con margen de error y probabilidad.

A través de la historia el arte ha consistido en contar el mismo cuento de distintas formas, y que no es otro que el cuento de la Cenicienta: mañana será mejor. El arte consiste en hilar un buen cuento, que sea creíble o posible, basado en la realidad presente. Y a veces el cuento es muy bueno, y otras veces muy malo.

Nuestro oráculo de Delfos nos ha mostrado que la economía va muy bien, y nos bombardean con los hechos del presente-pasado: En el 2011, la economía creció 6%, inversión extranjera de 15 mil millones, el déficit fiscal consolidado fue de 2.2% del PIB, y desempleo de un solo digito.

El pasado permite predecir que el 2012 será un tremendo año para Colombia, con crecimiento entre el 5.6% y el 6%, inversión extranjera superior a la lograda en el 2011, entre otras maravillas.

Sin embargo, la junta del Banco de la República sube la tasa de interés en un cuarto de punto porcentual quedando en 5%, explicando que lo que sucede es que los colombianos están muy endeudados y no que la economía esté recalentada.

Como si fuera poco, los precios de la vivienda están un "poco altos" según el ministro Echeverry; es decir, hay una burbuja. De los 15 mil millones de inversión extranjera, la mayoría fueron en los sectores petrolero y minería. Y para rematar, el presidente Santos, dijo que no se debe esperar que la tasa de desempleo siga bajando.

Este cuento de la Cenicienta no cuadra. Y no cuadra por muchas razones, pero la principal es que es poco comprensible que una economía que crece a niveles apenas aceptables, con una tasa de desempleo casi dos veces la considerada natural (4%), ya esté metiéndole el freno a la economía con una política monetaria restrictiva

Esto debe llevar a concluir que hay algo malsano en nuestra economía. La inversión extranjera que se atrae no es de buena calidad, y por lo tanto no tiene efectos importantes en la tasa de desempleo. Es decir, las inversiones directas extranjeras demandan uso de tecnología y capital pero poca mano de obra.

Por otro lado, nuestra oferta exportable no es estructuralmente competitiva, y requiere de manipulaciones de la tasa de cambio para lograr serlo. Esto no es aceptable, a pesar de que el Ministro de Agricultura diga lo contrario. La experiencia y la teoría económica demuestran que las intervenciones del Gobierno en la tasa de cambio son generalmente experiencias fallidas, y un camino no recomendado.

Creo que en vez de llorar, la revaluación es una oportunidad para lograr ser más competitivos. Los exportadores deberían importar los bienes de capital necesarios para reducir significativamente su estructura de costos y mejorar su productividad. El Gobierno debería pagar deuda externa, aunque es entendible el querer tener liquidez frente a una posible crisis económica mundial.

Nuestros oráculos cuantitativos nos han contado una hermosa historia sobre nuestro futuro que no resiste análisis. El chamán de Santos, aunque se le llovió la casa, es más convincente.