¡Democracia comatosa!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



¿Se podrá llamar democracia un sistema como el colombiano donde la inmensa mayoría de las fuerzas parlamentarias están orondamente sentadas a la mesa de llamada "Unidad Nacional"? Sobre este punto son bien ilustrativas las reflexiones publicadas en El Colombiano, edición 33.894, en fecunda prosa por el analista Alberto Velásquez Martínez bajo el título "La extremaunción", cuya lectura recomiendo, para concluir con él que ¡no!

Lo que aquí se autodenomina oposición, o sea el Polo Democrático Alternativo, deslegitimado como está por las recientes y graves corruptelas protagonizadas en el gobierno del Distrito Capital de Bogotá y disminuido por la disidencia triunfante del "progresismo" de Gustavo Petro, no resulta ya una fuerza embarazosa para ningún gobierno y, el Partido Verde, que pudo haber llenado aquel vacío con algún mérito importante, también fue a parar precipitadamente a los conciliábulos palaciegos.

Total que no hay oposición y eso podrá alegrar al presidente y a sus ministros que, en medio de tan rotundo unanimismo, mantienen armas a discreción al Congreso para conseguir a conveniencia la legislación que encaje con los intereses de la administración, sea buena como la Ley de Seguridad Ciudadana y el Estatuto Anticorrupción, o un desastre como el proyecto de acto legislativo relacionado con la administración de Justicia, este un verdadero agravio a los anhelos de la sociedad por una justicia confiable, eficiente y eficaz, cuyo articulado profundiza todavía más el sistema clientelista allí reinante, con entera falta de vergüenza.

Hasta se reirán de nosotros los analistas y académicos extranjeros al registrar el funcionamiento del sistema de partidos en Colombia y ver la forma cómo se relacionan mansamente las fuerzas parlamentarias con el gobierno y no dejarían de tener razón para tildarnos de "república bananera", según la vieja expresión descalificadora de lo que han sido estas democracias tropicales.

Consideración aparte merece el tema del control político del ejecutivo, constitucionalmente a cargo del Senado de la República y de la Cámara de Representantes, una especie de doncella que desde la promulgación de la Carta Política de 1991 permanece en estado inmaculado, como si en Colombia nunca hubiese pasado nada digno de ser cuestionado y castigado por aquellas corporaciones, no habiendo pasado hasta el presente de las tentativas, abortadas por la fuerza avasalladora de las canonjías y prebendas con que se han defendido como gatos patas arriba los ministros tímidamente cuestionados.

El sistema de pesos y contrapesos que es connatural al sistema democrático no opera debidamente porque el ejecutivo ocupa toda la escena dispensando favores y la administración de justicia interfiere y legisla abusivamente, como ha sido el caso de la Corte Constitucional o aterrorizando como lo ha hecho la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, situando a los miembros del Congreso en estado de indefensión pavorosa y de abstenerse de actuar. El ejecutivo coopta y la justicia impone y si no fuera por el Procurador General y la Contralora General que ahora tenemos, después de largos períodos de aridez, el panorama sería aún más fúnebre.

Hoy en Colombia, como en muchos otros países, la oposición corre por cuenta y riesgo de los ciudadanos del común que, preocupados por los excesos de los gobiernos e irritados por las conductas indignas de los gobernantes, se esmeran con vigor en contraponerlos, juzgarlos y aherrojarlos con visible éxito a través de las redes sociales, poniendo por ejemplo a Twitter, Facebook y muchas otras, y aún apropiándose de las calles como ha sido el caso de los "indignados" y de la "primavera árabe".

En conclusión, la nuestra es una democracia comatosa, nominal y no real.

Tiro al aire: pero bendita seas democracia aunque así te suicides.