El “Boom literario” no surgió de la nada

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Cuando se habla de la literatura hispanoamericana actual, pocas veces se menciona a los precursores de ese movimiento que produjo sus frutos con Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Esos cuatro escritores tienen su sitio asegurado en el llamado “Boom literario latinoamericano”. Pero detrás de la gloria de estos autores encontramos a otros cultores de las letras en América, con tantos o mayores méritos, aunque sus obras no hayan alcanzado el reconocimiento que en realidad merecen.          

     La obra literaria de Miguel Ángel Asturias, cuyo nombre generalmente se asocia a su novela ‘El señor Presidente’, era conocida y valorada más en Europa que en América Latina, sobre todo, sus trabajos sobre la tradición indígena de su pueblo, cristalizada en la traducción de ‘Popol-Vuh’, el libro sagrado de la civilización maya-quiché. Para recordar a Asturias, basta repasar ‘Leyendas de Guatemala’, sin detenernos en otras obras suyas de igual importancia.

     Juan Rulfo también dejó su impronta sobre los escritores del ‘Boom’. Aunque su producción fue escasa, los nuevos narradores se nutrieron con las técnicas narrativas del escritor mexicano en ‘El llano en llamas’ y no tardaron en incorporar a sus novelas innovaciones espaciotemporales a la manera de ‘Pedro Páramo’.

     Otro precursor de la literatura latinoamericana actual es el argentino Ernesto Sábato, condecorado en el Congreso de la Lengua Castellana en Rosario, Argentina, en el 2004. Es conocido entre los lectores jóvenes por su famosa novela ‘El túnel’, de lectura obligatoria entre los estudiantes de educación media. Sábato fue defensor de los derechos humanos y en función de esa pasión encabezó la comisión encargada de rendir el informe sobre los crímenes y atropellos de la última dictadura militar en la Argentina, personificada por Jorge Videla.

     Alejo Carpentier es, tal vez, el escritor a quien más deben los narradores del “Boom literario”. Por ello le dedicamos en esta columna un espacio más amplio que a los precursores antes mencionados. Este escritor cubano nació en La Habana el 26 de diciembre de 1904. Su padre era francés y su madre rusa educada en Francia. El contacto de Alejo Carpentier con la gente del campo influyó para que más tarde escribiera la obra ‘Viaje a la semilla’, en la que se advierte su inclinación por el estudio antropológico. Desde muy pequeño se convirtió en lector de Balzac, Zola, Flaubert y también de autores españoles, entre los que destaca Valle-Inclán y Pío Baroja, pertenecientes a la Generación del 98.

     La primera novela de Carpentier se titula ‘Ecué-Yamba O’ (1933). Las obras más conocidas de este autor son ‘La música en Cuba’ (1946), ‘El reino de este mundo’ (1949), ‘Los pasos perdidos’ (1953), ‘El acoso’ (1956), ‘Guerra del tiempo’ (1958), ‘El siglo de las luces’ (1962), sin duda su mejor novela. Escribió, además, ‘Concierto barroco’ y ‘El recurso del método’, ambas en 1974. Sus dos últimas novelas, escritas en 1978, son ‘El arpa y la sombra’ y ‘La consagración de la primavera’. De esta  dice que es una novela eminentemente política, que es «una pelea a brazo partido contra lo ‘real horroroso’ de nuestra historia».

      En una reseña sobre la novela ‘Los pasos perdidos’ se afirma: “Como casi todas las novelas de Carpentier, está muy cerca de la alegoría. La historia trata de un músico literalmente embrutecido por la vida que lleva en Nueva York que, por un azar, es enviado a América Latina con la misión de recoger instrumentos para un  museo organográfico. Por una serie de circunstancias se ve obligado a remontar el Orinoco y va poco a poco retrocediendo en el tiempo. –El juego con el tiempo es una obsesión en Carpentier–. El personaje hallará un mundo edénico, donde encontrará su verdadera dimensión de hombre junto a una mujer que representa la tierra y lo femenino”. Pero el músico debe regresar a Nueva York, y cuando puede volver al Orinoco, no encuentra las marcas que había dejado para orientarse. De nuevo en Nueva York, concluye que hay que vivir los episodios extraordinarios de la vida hasta sus últimas implicaciones porque no es posible hacerlo dos veces.

     Es mucho lo que los autores más destacados en la literatura latinoamericana deben a Alejo Carpentier, exponente de lo real maravilloso.