Reforma a la justicia: ¿será para mejorar o acomodar?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Noriega

José Noriega

Columna: Opinión

e-mail: jmartinnoriega@hotmail.com



"Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente". (Sócrates) 

Anda el gobierno y sus más encopetados exponentes dando explicaciones y argumentando cualquier cantidad de razones para tratar de justificar ante el pueblo colombiano hasta dónde llega el alcance de esa famosa reforma a la justicia que acaba de surtir su cuarto debate en la legislatura que recién termina y con la cual ha demostrado ser una verdadera aplanadora y se ha llevado por delante toda suerte de inconformismo, en el entendido que seguimos viviendo en un mundo en el cual los congresistas, de manera gástrica, continúan demostrando su hambre y simplemente se plegan a la voracidad del gobierno y terminan arrodillados ante sus caprichos, sin que para ello les pase por la cabeza cuál es la verdadera necesidad que existe en la república en relación con una aparente reforma a la justicia que más parece un reacomodo de necesidades y no una imperiosa y legitima necesidad de cambiar esa colcha de retazos que todos, -cada quien en su momento-, han pretendido poner a su servicio y sin que les dé un asomo de vergüenza. 

Desde las trincheras en las cuales se refugia la sociedad y desde donde intenta hacer reflexionar al gobierno frente a sus embates, causa extrañeza y desconsuelo el observar que el presidente sigue pedaleando en el impulso de esa reforma, a sabiendas de que la misma contraría un tanto el espíritu democrático de una sociedad que quiere sacudirse de mucho esperpento reformativo con el cual nos han pretendido vender una sesgada y acomodada idea de que cuando las cosas marchan manga por hombro, se requiere de una reingeniería y solamente terminan por abanderar absurdas posiciones que desnudan esos perversos intereses de querer soslayar y alcahuetear situaciones que requieren de una alta cirugía que corrija y redireccione y no una chambonada quirúrgica que únicamente sirva de pañito de aguas tibias.

Como se ha vuelto costumbre en el poder legislativo colombiano durante los últimos años, otra vez nos damos cuenta que tras bambalinas y bajándose el telón, a esta reforma se le hicieron e introdujeron algunos cambios en asuntos tan serios y delicados como lo son el fuero militar y el juzgamiento de los altos funcionarios del Estado y esto muestra y pone al gobierno en una incómoda situación que deberían sortear y corregir para evitar que todos pensemos y sintamos que se está legislando en causa propia, lo cual, desde la visión externa, deja mal parado al Estado colombiano, habida cuenta que pareciera que la iniciativa cuenta con el irrestricto y absoluto respaldo de un gobierno que en el pasado, como cuando se debatía la reforma a la ley de educación, ha dado muestras de enderezar el camino y, con mayor razón, en este caso que está en juego la realidad de la justicia, la misma que tanto ha cojeado en los últimos tiempos en la patria.

En esta amorfa posición en la que se debate la justicia en el país, es tan evidente que esa reforma a la justicia no pretende lograr cambios en la función judicial para obtener una mayor eficacia y eficiencia, sino que quiere modificar la estructura del mismo poder judicial, tanto en el equilibrio de los poderes públicos, con favorecimiento del presidencial y su entorno de nombramiento y designaciones y se siente un hálito a retaliación y venganza con la Corte Suprema de Justicia, la que ha descollado con lujo de detalles en los casos aberrantes de la "parapolítica" e, inclusive, sin entender de qué se pretende salvar a las fuerzas militares cuando se exterioriza a los cuatro vientos que estas se encuentran desprotegidas y a merced de los jueces y todo ello como consecuencia de querer que todas las acciones que ejecuten los militares sean consideradas actos del servicio y con ello se despedace el estado social de derecho y se comulgue y alcahuetee a tanto sinvergüenza que ha pretendido enlodar a las mismas con sus actos atroces y los que tanta vergüenza producen.

Como era de esperarse, las fuerza vivas y de talante democrático existentes en el país, conjuntamente con las altas cortes, la procuraduría y la fiscalía, entre otros, han levantado su voz para gritar su inconformismo ante este otro embeleco gubernamental que quiere imponerse, -y, seguramente lo conseguirá-, ya que el gobierno de la unidad nacional no es otra cosa que una locomotora descarrilada que se lleva por delante lo que encuentre a su paso, por cuanto bien sabemos que tenemos, -como bien lo manifestaron los estudiantes en sus protestas-, un poder legislativo arrodillado y complaciente de todo cuanto le dictan desde el palacio de Nariño.

No queda sino esperar que después de la natilla y los pasteles de la época de fin de año, algunos congresistas retomen la dignidad y se den cuenta que el pueblo los eligió para legislar en beneficio del bien común y no para satisfacer los placeres y caprichos de los gobernantes de turno y para el mes de marzo de 2011 regresen con un bypass gástrico social y político y se dediquen a ingerir píldoras de dignidad que los lleve a la verdadera función legislativa, que no es otra cosa que la de hacer y producir leyes, propuestas y estudiadas por ellos mismos y no impuestas por el gobierno, por cuanto es allí cuando empieza por desnaturalizarse la función y la sociedad a desconfiar de los padres de la patria. Que Dios se apiade de esta patria.