Espinacas fétidas

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Alvaro González Uribe

Alvaro González Uribe

Columna: El Taller de Aureliano

Web: http://eltallerdeaureliano.blogspot.com



Guardando las proporciones según la formación y la dignidad de quienes protagonizan los hechos, no sé qué es peor: si las salvajadas que acostumbra expeler cada cierto tiempo alias Popeye o la tontería de quienes se vuelven su caja de resonancia cuando al sicario mayor le da por hablar. Muchos colombianos estamos es cansados de los repugnantes espectáculos verbales que este sujeto ofrece periódicamente.

La historia hay que recordarla, y más sí aún sigue vigente bajo otras formas, pero por protagonista que haya sido de ella (quizás por eso mismo) no creo que este personajillo sea el historiador adecuado para seguir, no contándola, sino más bien en este caso restregándosela y abofeteándosela a los colombianos en la cara y en el alma.

Ya no nos escandaliza lo que dice -en Colombia ya nada nos escandaliza- pero quienes desde hace varios años le escuchamos sus peroratas culebreras sabemos bien que unas son ciertas, otras son mentiras y muchas son verdades a medias acomodadas según su ánimo o interés de momento.

Sin embargo, la discusión no es por la certeza de sus monsergas, pues la verdad de estas se comprueba por otros medios más objetivos sin que tampoco se deban desechar los testimonios judiciales de Popeye, que son complementarios. Eso sí: aunque solo el diez por ciento de lo que este delincuente recita por ahí sea verdad, con eso basta para darnos cuenta de esa parte oscura de nuestra historia y de lo bajo que puede caer un ser humano.

Los actos que el tal Popeye -Popeye "superstar" periodístico- cometió, yo no los califico de criminales, ni crueles y ni siquiera de salvajes: los califico de vergonzosos. Vergonzosos para los colombianos, vergonzosos para la raza humana.

Y lo peor, la manera fresca como los cuenta. En una mezcla de síndrome de Estocolmo tardío más desespero por ganar radioescuchas, durante la entrevista que el lunes anterior le hizo Francisco Santos a su al parecer nuevo mejor amigo, en la cual le preguntaba como dándole espinacas para que hablara más a gusto, me parecía estar oyendo a un niño relatando orgullosamente sus logros en un videojuego donde con un clic caen figuritas, o contando entusiasmadamente sus aciertos en una competencia de "paintball".

Esa vergüenza que me produce la historia de Colombia, esa vergüenza por la forma como en ocasiones la cuentan, y esa vergüenza frente al periodismo que a veces se hace en este país, solo me queda mitigarla un poco recordando que antier 17 de diciembre pasó otro aniversario del asesinato de una de las más dolidas víctimas de Popeye y sus secuaces: de don Guillermo Cano Isaza, un valiente que sí le hizo honor a su profesión, y que debe ser un faro para quienes se inicien en ella. Rindo un modesto homenaje silencioso a este hombre sencillo, pulcro y clarividente: "¿Dónde están que nos los ven?"

(Sí, ¿dónde estaban? ¿Dónde siguen estando que no los ven? ¿Quiénes les daban y les dan las espinacas a los Popeyes? Luego de 25 años quedan aún tantas preguntas sin responder… ¡Qué pena don Guillermo con usted y con sus seres queridos!).



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