Endeble cultura en la educación moral

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ramón Palacio Better

Ramón Palacio Better

Columna: Desde el Centro Azul

e-mail: ramonpalaciobetter@yahoo.com



Comúnmente hoy en día, cualquier niño o joven de nuestra sociedad lleva consigo un arma presuntamente para defenderse, andan con ella por calles y carreras sin temor alguno, las llevan a la escuela, colegio o universidad.

Niños, jóvenes y adolescentes de 12 a 17 años; poderosas armas de fuego, de altos calibres 9, 38 mm, pistolas con silenciador, es una situación alarmante, verdaderamente asombrosa y preocupante por un lado.

Por el otro lado, el exagerado y extremo libertinaje de los niños, jóvenes y adolescentes en sus modos de vida y comportamientos, en donde muchos procesan conductas que irrespetan la moralidad, la decencia y las tradicionales costumbres que distinguen a nuestra sociedad tradicional.

Hoy en día no existen controles eficaces para detener tan grande monstruo, en muchos jóvenes se patrocina continuamente, el crimen, robo, violaciones, vicios y drogas, en los que predomina la inmoralidad, la indecencia y las malas costumbres en sus objetivos de vida.

Los artilugios morales tradicionales en nuestros hábitos anticados, han quedado en el olvido perfectamente despedazados; los abuelos observarían con asombro, enojo y horror los peligrosos avances morales de los adolescentes que nos dejan estupefactos.

En cualquier momento podemos estar inmiscuidos sin prevenirlo, respirando en el entorno inmediato extrañas situaciones de gran peligro, por balas extraviadas disparadas por estos enfermizos niños, jóvenes o adolescentes que matan con especial levedad.

Estas innegables realidades demuestran que se está impulsando en la juventud una extraña cultura del mal que actúa sin controles que atenta contra la moral, las buenas costumbres. Las continuas inmoralidades que ejercen nos demuestran la blandengue educación de lo decente, de lo púdico, de lo decoroso, que poseen: es una endeble educación producto de los enrarecidos modos en la cual, las conductas violentas y actos de inmoralidad cotidiana, arrastran y empujan a niños, jóvenes y adolescentes hacia el mal y quienes en cualquier momento se sienten obligados por la falta de educación a destrozar vidas ajenas y también las suyas.

Demasiados niños, jóvenes mueren hoy en homicidios, los fines de semana, muchos de ellos en violentos accidentes automovilísticos; otros en riñas y altercados callejeros, con terribles consecuencias en cualquier esquina o lugar se convierten en atracadores, ladrones, delincuentes; se matan hasta en los escenarios deportivos; otros beben en exceso sin importarles su demencial comportamiento de borracho; otros consumen drogas y muchas niñas, jóvenes, como consecuencia del esnobismo o modernismos, estos niños, niñas, jóvenes adolescentes, se exponen sexualmente, sin medir las fatales consecuencias morales y físicas que con posterioridad, se presentan ante la sociedad.

Nos inquieta especialmente, "el como se debe educar a niños y jóvenes en un contexto social de tanta violencia y especial impunidad". Cómo entender que los peligros en esta etapa de la vida no se deben a una violencia intrínseca de los niños y jóvenes, sino a la marcada fragilidad y vulnerabilidad de los endebles procesos educativos que ellos demuestran en su formación, ante la hasta ahora indetenible presencia multiforme de los distintos actos de violencia física y moral que diariamente se practican en nuestra sociedad.

¿Qué instrumentos o herramientas pedagógicas y educativas es necesario brindarles u ofrecerles? ¿Qué información y qué mentores se deben direccionar para orientarlos con especial prontitud?

¿Cómo podemos lograr proteger, fortalecer y reforzar los establecimientos educativos frente a estas preocupantes marcas de vulnerabilidad de los endebles procesos de formación moral de nuestros jóvenes adolescentes? ¿Cómo recalcarles a los niños, jóvenes y adolescentes que manipular armas y violar en plena impunidad las normas morales de la sociedad incluye el riesgo de generar tragedias de todo tipo e impensables? La misma cultura que ha logrado alargar casi medio siglo la expectativa de vida del hombre, pone en manos de niños y jóvenes estos instrumentos letales.

La conducta de los adolescentes a menudo desnuda con gran precisión los conflictos con los que cada sociedad está luchando, y aún aquellos que intenta suprimir y ocultar. También es innegable que los adolescentes desenmascaran crisis sociales que rehusamos reconocer.

Se trata de un espejo arquetipo que refleja escondites oscuros de la convivencia urbana y hace que estallen en el interior de una cultura que tanto los provoca como igualmente los ignora. En esta etapa de la vida, los jóvenes tienden a desafiar antiguas reglas y a enfrentar nuevos riesgos jugando siempre al borde de los límites del abismo.

Los adolescentes tratan activamente de conformar su propio espacio y, sin embargo, diversas investigaciones muestran que siguen valorando en gran medida la orientación de sus padres y maestros, pero a su manera. Estos hallazgos destacan la importante responsabilidad legal y ética de los adultos en todo aquello que acontece a los jóvenes.

La pregunta crucial quizá no sea tanto a qué edad de la niñez o la adolescencia los menores comienzan a ser imputables, sino, ¿cuál es la edad límite de los niños en la que los adultos damos por terminada su responsabilidad?

Evidentemente una cultura y una sociedad que no pueden cuidar a sus niños, ni a sus jóvenes adolescentes, sin hacerlos pasar por estos riesgos, que además tienen tan serias dificultades en lograr la protección de las nuevas generaciones, nos evidencia que estamos desperdiciando potenciales del presente e hipotecando el futuro.

Necesitamos dejar de considerar unos demonios a los jóvenes y distribuir equitativamente las responsabilidades entre todos los adultos que diariamente siguen construyendo el modelo triunfal de la violencia. Promover, entonces, que los adultos asuman el cuidado y sobre todo la prevención diaria de los hechos, así como los que describe consecutivamente la crónica periodística a lo largo de todo el año.

La sociedad es una realidad viva cuyas prácticas, márgenes y cuidados son incorporados por los seres en crecimiento y la rebeldía de los adolescentes puede culminar o no en la construcción de una identidad sólida que habilite una adecuada integración social. Nuestro aporte sistemático para la solución de esta epidemia ha sido y es propiciar, y reforzar la participación de los adultos responsables, mediante acciones eficaces, en programas de prevención social que permita en la educación del individuo reconstruir una trama cultural pedagógica y educativa que sirva de sostén y sentido solidario para la conducta de los niños, jóvenes y adolescentes.