Los trémulos fantasmas del Park Way

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Francisco Galvis Ramos

Francisco Galvis Ramos

Columna: Contrapunto

e-mail: contrapunto@une.net.co



El senador José Darío Salazar, presidente del Directorio Nacional Conservador, proclamó como gran cosa la colecta de dos millones seiscientos mil votos depositados por candidatos de la colectividad en las elecciones del pasado 30 de octubre, pero ciertamente no hay nada importante de qué ufanarse, porque se trata de un desempeño pírrico medible en lo que con ello se obtuvo.

Son dos millones seiscientos mil votos que, por virtud de la largueza del erario, tan solo servirán para cobrar del Estado gruesa suma de dinero por efecto de reposiciones y, desde luego, para asegurar el derecho providente a recibir recursos de la Organización Electoral para los gastos del funcionamiento partidario y pare de contar porque, irónicamente, lo demás es ruina electoral en términos del poder político efectivamente recaudado.

Solo una Gobernación y no propiamente la emblemática que es la de Antioquia, si no la del Putumayo, una división territorial menor sin ninguna trascendencia, salvo por los problemas variopintos con que lidia, en esencia un territorio de misiones. Aparte, que sobrarían dedos en una mano para enumerar las alcaldías importantes que hayan quedado en manos del conservatismo, al paso que por igual se perdió presencia en asambleas y concejos. Por estos conceptos primordiales el alarde es una quimera.

Resultó de una inutilidad total el esfuerzo generoso que hiciera la militancia conservadora por congregarse en las urnas, junto a una creciente masa de opinión, porque contra aquel arresto conspiraron al unísono en equivocadas prácticas el Directorio Nacional y no pocos parlamentarios, llevándose incluso de calle reglamentos y convocatorias y así mismo el trabajo juicioso previo de algunos congresos y directivas seccionales y locales, para la elaboración de las listas y la asignación de avales.

Los hechos son tercos y demuestran que, aparte de no haberse dado ninguna hazaña, por donde se mire solo quedan escombros y que de recogerlos alguien tendrá que ocuparse para echar los cimientos del nuevo edificio de la derecha colombiana, pareja remoción que habrá de hacerse con exorcismos de los trémulos fantasmas que hoy habitan la sede del Park Way.

Se impone instalar otros dirigentes en la cima del conservatismo que, con acción porfiada y admirable, estén del lado de los pobres y no en su contra, prediquen la reivindicación de las clases medias, promuevan las asociaciones de trabajadores, la tributación justa, la regulación contra el abuso de los mercados bursátiles y financieros, la cobertura educativa universal de calidad, la atención en salud ecuménica, el empleo en condiciones dignas y justas, el restablecimiento del imperio del orden y de la ley en todo el territorio, en fin, poner el destino del Partido Conservador en manos de auténticos personeros de su gloria y de los principios tutelares que hunden sus raíces en los mismos sagrados evangelios y no en las degeneradas mañas de la menguante dirigencia.

Nada de lo que hay, satisface! Todos los que allá arriba están, sobran! Hay cómo y con quiénes hacerlo!

Tiro al aire: en España, con el Partido Popular el péndulo volvió a la derecha. En Colombia, otro tanto ocurrirá, siempre que el Partido Conservador retome la suya como plaza fuerte, con dignidad y altivez.



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