Cambiar todo para que todo siga igual

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Hay quienes afirman --y no aceptan que sus conceptos se tomen como un chiste más-- que "debe cambiarse todo para que todo siga igual".

Si nos atenemos a los resultados que se obtienen en diferentes dependencias del ámbito gubernamental, nos damos cuenta de que en muchos casos esta afirmación es cierta. Las personas designadas para esas funciones dedican un tiempo más bien corto --a veces tres días o pocas semanas-- para enterarse de cómo ha venido marchando la oficina que ahora van a dirigir. En seguida dictan 'nuevas' normas para corregir el 'manejo desastroso' que han descubierto.

El ciudadano común y corriente se sorprende al conocer todas las aberraciones que permanecían tapadas hasta el momento de la posesión del nuevo funcionario. Pero ese otro ciudadano, el avisado (y avezado), el que analiza los acontecimientos y recuerda las ejecutorias anteriores relacionadas con el mismo problema, se pregunta por qué este funcionario encuentra una situación tan caótica si el anterior, a su vez, había detectado algo semejante y prometió cambiar las cosas años atrás. Por eso tiene validez la máxima que citábamos al comienzo de esta nota: "Hay que cambiar todo para que todo siga igual".

Lo peor de todo es que después de tres o cuatro años, cuando haya cesado el encargo en una dependencia específica, el sucesor utilizará los mismos argumentos y aplicará la misma medida, en vista de que su antecesor cometió 'toda clase de desafueros'. Es, sencillamente, un círculo vicioso.

¿Qué hacer?, preguntarán quienes creen que el crítico debe aportar soluciones para todo lo que condena. La pregunta, sin embargo, puede modificarse para sugerir qué no se debe hacer. Una primera recomendación sería la de no armar demasiado alboroto por lo que encuentre por fuera de lo correcto, aunque en silencio debe aplicarse a corregir lo que sea necesario.

Otra sugerencia es, más bien, un llamado a la reflexión: ¿Está seguro ese funcionario de que al finalizar su período en la dirección de un organismo no lo van a criticar?

La experiencia nos confirma que en realidad los nuevos funcionarios, sí ponen (digo ponen, no 'colocan') en práctica las medidas que predican, pero después de unos meses caen en la práctica de las mismas costumbres que sus antecesores implementaron. ¡Oh, manes de la politiquería! Para ese tiempo el ciudadano común de que hablábamos no estará pendiente del pulcro desempeño de un funcionario que, entre otras cosas, ya no será tan nuevo.

El otro ciudadano, el avisado, comprenderá que al final la situación sigue siendo igual, o tal vez peor. Mientras tanto se habrá sometido a muchas familias a la inestabilidad laboral y a las consecuencias sicológicas y materiales que ella genera.

Claro está que entre la 'irregularidad' encontrada y la 'corrección necesaria' las nóminas se llenan de nuevo, con la diferencia de que los nombres van cambiando. Los mismos nombres que el próximo gobernador, alcalde, director o gerente tendrá en cuenta para llevar a cabo su propia 'poda burocrática'. En resumen, "hay que cambiar todo para…"