¿Y por qué no?

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Cuenta una anécdota sobre el pueblo ruso, que habían dos señores llamados Iván y Sergey. Este último le tenía envidia a Iván porque Iván tenía una cabra y él no. Un día, se le apareció un genio a Sergey, y le dijo que le pidiera el deseo que quisiera, que él podía concedérselo. Sergey le pidió al genio que le desapareciera la cabra a Iván.

Esta anécdota, perfectamente describe a muchos en Colombia y en Santa Marta. Lo digo porque el anuncio del Presidente Santos sobre el interés que hay en construir un hotel ecológico siete estrellas, ha generado reacciones bastantes desfavorables.

Daniel Samper Pizano, ha escrito un par de columnas sobre el tema, y hay que reconocer que ha argumentado su oposición al proyecto. Se remonta Samper a la era de Misael Pastrana para recordarnos que este embeleco ya había fracasado debido a las protestas que se dieron en la época, promovidas por todos los sectores de la sociedad.

Nos recuerda Samper que estos proyectos pocas veces materializan las promesas de empleo y demás, pero que en cambio tienen un grandísimo costo ecológico; y al final de cuentas solo se beneficien unos pocos. Nos recuerda, que estas riquezas son de todos los colombianos.

Sin embargo, hay que decirle a Samper que su reclamo hubiera sido justo en la época de Misael Pastrana pero hoy no. En ese entonces, el paradigma predominante era que los recursos naturales tenían que ser forzosamente sacrificados para abrirle campo al progreso. Se pensaba que había una incompatibilidad inherente entre el desarrollo y la conservación de los recursos naturales.

Ese paradigma cambió hace algún tiempo, y hoy, se aboga por un desarrollo en armonía con el medio ambiente. Entiendo que este es el tipo de proyecto que se pretende hacer en el parque Tayrona por parte del Grupo Daabon y Six Senses.

Yo creo que sería un excelente proyecto para Santa Marta y que merece todo el apoyo de los samarios. Si se hace como tiene que hacerse, el entorno natural no sufriría mella alguna, lo que daría al traste con todos los argumentos de Samper y sus seguidores.

Pensando como samario, creo que de nada nos sirve tener semejante belleza al alcance de todos los colombianos, mientras la ciudad y las zonas aledañas adolecen de un desempleo estructural altísimo. Considero que este proyecto podría ser un catalizador importante para el desarrollo turístico de Santa Marta.

Solo le haría unas peticiones al grupo Daabon. La primera, un compromiso para que la mano de obra, lo más cercano al ciento por ciento, sea de Santa Marta y sus alrededores. También pediría el acompañamiento de una veeduría ciudadana con participación representativa de las etnias indígenas de la Sierra Nevada, y que desde ya se coordine con los ministerios respectivos y el SENA, la capacitación del personal que se va a necesitar en la construcción y en la operación del proyecto hotelero.

Creo que gran parte de la animadversión al proyecto, la despierta el hecho de que uno de los desarrolladores sea el grupo Daabon. Precisamente por esto, traje a colación la anécdota con la que inicié esta columna. Y la animadversión mas pérfida proviene de algunos samarios, que camuflados bajo la fachada de periodistas -y que dicho sea de paso, han adoptado las mejores prácticas de los chantajistas- guillotinan públicamente a aquellos que no ceden a sus pretensiones.

Es el servicio de la pluma a los intereses más mezquinos, los cuales generalmente solo se apaciguan cuando logran obtener de su víctima, por las malas, el plato de lentejas que tanto han codiciado. Al que le caiga el guante, que se lo plante.

La intención de esta nota, no es acallar el debate que pueda acompañar a este tipo de iniciativas. Por el contrario, creo que es más que bienvenido y saludable.

Y en este debate, la voz de nuestros hermanos mayores debe ser escuchada. Lo que no se puede hacer es adoptar posiciones irracionales so pretexto de proteger las etnias.

Pero el debate debe hacerse con altura, con argumentos, y teniendo siempre en mente el objetivo último, que es la generación de bienestar social con respeto por el medio ambiente.

Me anticipo a las mentes suspicaces, y aclaro que en lo personal no tengo ningún interés que proteger, ni me beneficio en nada de que se haga el proyecto.

Defiendo el proyecto porque creo que tiene méritos propios suficientes para poner a Santa Marta en el mapa mundial de turismo.

Como samario, poco me desvela el que pudiera restringirse el turismo mochilero, que tan poco le aporta a Santa Marta. Entre otras cosas, porque creo que el proyecto no afectaría a este tipo de turismo.

Esta es una iniciativa que debe ser tomada en serio por los samarios. Hay que dejar las envidias a un lado, y unirnos todos para sacar adelante a la región. ¿Por qué desaparecer la cabra?