El negrito del batey

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Sobre el tema se han escrito hasta libros, y la verdad, nunca había sentido curiosidad por tratar de encontrarle una explicación, hasta hoy. Es fascinante, ya que desafía la lógica, y por tanto nos obliga a buscar respuestas en el océano de lo no convencional.

Dicen los susodichos libros y el Índice de Planeta Feliz (HappyPlanetIndex), que Colombia era hasta hace poco el país más feliz del mundo, y hoy, aunque hemos bajado en el ranking, todavía estamos entre los primeros lugares.

El dogma que se predica es que la felicidad colectiva y la prosperidad se mueven en direcciones opuestas. Dicho de manera tímida, las sociedades no tienen que ser prósperas para ser felices.

A priori, dicha afirmación es difícil de creer porque ¿Cómo así que aquellos países en donde los ciudadanos tienen garantizados desde que nacen, casa propia, dos carros por familia, educación y salud gratuita, empleo de por vida y en donde el crimen brilla por su ausencia, son infelices?

Mientras que nosotros aquí en Locombia, en donde son pocos los que tienen vivienda propia, el desempleo es el rey, la salud y la educación son cenicientas y en donde el crimen es omnipresente, ¿somos los más felices de mundo?

Esto desconcierta, así que me di a la tarea de encontrarle una respuesta por descabellada que pareciera, y después de mucho celebrar a profundidad, creo que la encontré, mejor dicho, ¡Eureka!

Los colombianos somos felices porque nos regimos por el calendario bacano (del dios Baco), y no por el juliano como esos países adictos al Prozac, o sociedades prozaicas.

El calendario bacano es flexible, pero comienza más o menos alrededor del 7 de diciembre o Día de las Velitas. Y ya encendido el fervor religioso, continuamos con las famosas novenas bailables y tomables.

Para no decaer en la felicidad, nombramos reina del carnaval el 31 de diciembre y no paramos hasta que se muere Joselito. Sigue la Semana Mayor, o más propiamente, la parranda mayor. Después nos conquista la belleza y Cartagena con su reinado, y nuevamente comenzamos otro año.

Estas son las fiestas mayores, y como obviamente hay que llenar los huecos entre las fiestas mayores, entonces tenemos puentes Emiliani, días de guardar obligatorios, dos independencias a falta de una, cuatro festivales vallenatos, fiestas nacionales y fiestas locales y múltiples reinados a lo largo y ancho del país.

Mejor dicho, este país es una rumba todo el año, somos el país de El negrito del batey, que debería ser por derecho propio nuestro himno nacional. Creo que no es exagerado decir, que no hay un día del año en que trabajen todos los municipios y veredas del país.

Descontando los festivos, quedan pocos días para trabajar, y de esos días, algunos no se puede porque hay que salir a protestar por algo, o se muere un familiar cercano o un amigo, o hay elecciones o partido de fútbol de la Selección, o simplemente toca hacer una larga cola en alguna oficina.

Cuando nada de esto sucede, entonces lo más probable es que uno se enferme, porque es que uno tiene derecho a enfermarse.

Durante el tiempo que pasamos en la oficina, hay que fumarse el cigarrillito, o tomarse el tinto (acompañado y charladito), o vender Yanbal o alguna otra cosa porque hay que rebuscarse, o chatear con los amigos por la Internet, o simplemente socializar hablando mal del jefe y catalogarlo de explotador de los más pobres.

Y cuando ya estamos dispuestos a trabajar, ¡oh! sorpresa, que se nos fue el día…y la semana y estamos atiborrados de trabajo. Se acabó el año, y nos toca irnos quince días hábiles de vacaciones, y ahora si, a descansar y rumbear se dijo.

Presidente Santos, y su respectivo Ministro del ramo, ahora se dan cuenta ¿por qué es que se necesitan cinco colombianos para que hagan lo mismo que hace un solo estadounidense?

Yo me pregunto ¿Cómo va a ser productivo y próspero un país que vive de rumba todo el año? Los colombianos hemos optado por ser felices a costa de la prosperidad, así que Presidente, por favor cuénteme cómo es que va a lograr eso de la Prosperidad Democrática. Realmente, ¿se atrevería Usted a hacer infeliz a su pueblo? Yo espero que sí.

Andamos cazando pispirispis, dizque buscando la senda de la prosperidad de la mano de la innovación, clusters productivos y otras ideas muy sofisticadas, cuando de pronto, lo más innovador y revolucionario que podemos hacer, es abolir el calendario bacano, y hacer que este país trabaje de verdad verdad.

Por lo menos si no es lo más innovador, si es lo más sensato y el punto de partida de cualquier transformación productiva.