×

Advertencia

JUser: :_load: No se ha podido cargar al usuario con 'ID': 5110

Orientación lingüística

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Hola, amigos, esta semana, en cualquier institución educativa de la ciudad, escuché accidentalmente una parte de conversación entre un docente y un alumno.

No sé qué le había dicho el jovencito, pero su maestro (que no era tan mayor tampoco) le contestó: "No jo…, pero tú sí estás jod…" Me llamó la atención porque, a mi modo de ver, sin ser conservador, los maestros debemos ser el espejo de nuestros estudiantes, muy especialmente en el manejo lingüístico.

Pero al criterio de otros educadores, la confianza y amistad que se les debe ofrecer a los jóvenes, no se pueden mostrar si no es igualándose con ellos, en el comportamiento, en el uso de prendas y hasta en el lenguaje soez y vulgar que no se aparta nunca de los menores.

No hay manera de escuchar una charla entre los jóvenes en la que no haya por lo menos una palabrota por cada tres o cuatro de las buenas (si es que hay alguna). Pienso que el señor Uribe Vélez, en buena hora ex, bajó su imagen, ante muchos de sus propios adoradores, el día que se publicó la amenaza de aplicar su siempre amada violencia en la cara de su interlocutor. La palabrita que se le escuchó, aunque en la juventud pierde a ritmos velocísimos su carácter vulgar, todavía suena horrible a los oídos de los amantes del buen hablar.

Entre los jóvenes de hoy nadie es amigo, hermano, primo, incluso el tradicional "llave". No. Para ellos todos son eso. La célebre palabrita que en otrora fue sinónimo de "homosexual". Y parece un imposible desaparecer de su vocabulario el bendito término, pues no sabrían hablar si no lo utilizan. Si se hace la experiencia de pedirles que se expresen durante cinco minutos, sin emplearlo, encontraremos que prefieren quedarse callados, pues son incapaces de hilvanar tres frases seguidas sin esa palabra. ¿Qué podremos hacer?

A propósito de la palabreja y mi carácter de no conservador, voy a apartarme un poco del espíritu de esta columna para "meter mi cucharada" en un tema de moda: repito que siempre he sido de ideas liberales, amante del progreso y el desarrollo, de las libertades de pensamiento, expresión y obra. Pero soy defensor de un criterio conservador: no al matrimonio entre personas del mismo sexo. No a su derecho a adoptar hijos. Porque eso es antinatural.

Cuando estas personas reclaman a la sociedad "su derecho a la diferencia" deberíamos responderles que le exijan a la naturaleza que les permita engendrar hijos. Y solo, cuando por problemas patológicos se hiciera difícil, se les permita adoptar. Pero mientras sea imposible que engendren, tratar de violentar esa determinación natural será un exabrupto. Son muchísimos los casos en que la naturaleza ha demostrado que el hombre no puede cambiar lo que ella ha determinado, y ella creó en todas las especies, macho y hembra para que se asegure la continuidad.

Ya nosotros, los seres humanos, hemos intentado acabar con la naturaleza y qué caro lo ha cobrado. ¿Para qué insistir? Los amantes de la ecología tratamos de corregir la estupidez humana. ¿Por qué continuar con ella?

Señores congresistas, oponerse a las parejas homosexuales no es asunto de ideología política, ni comercial, ni religiosa. Es asunto de la naturaleza. Por favor, preservémosla. No más por hoy, gracias mil por su atención y hasta el próximo sábado.