Lobos en el gallinero

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Alberto Carvajalino Slaghekke

Alberto Carvajalino Slaghekke

Columna: El Arpa y la Sombra

e-mail: alberto.carvajalino@gmail.com



El esperado discurso del presidente Obama ha resultado ser inútil. Los mercados continuaron su vertiginosa marcha decreciente y sólo veinte minutos después de su discurso, Wall Street registraba una baja que superaba los quinientos puntos, para terminar al finalizar la sesión en un descenso de 634,7 puntos.

La palabra para definir ese estado de cosas es "pánico", la vacuidad en términos de estrategia fiscal y financiera que posibilitara un horizonte nuevo y el evidente liderazgo que exigía y esperaban los mercados no se produjo y las palabras del Presidente norteamericano enmarcadas en sus finas maneras y perfecta dicción, desilusionaron a los hacedores e inversionistas del mercado.

¿Resultado?, la ausencia de señales correctivas fortalece la incertidumbre y elevan a máximos históricos el riesgo aceptable. Como escenario académico el actual desarrollo de los hechos es un laboratorio único, pero desde la perspectiva colombiana los efectos sucederán en los sectores económicos acentuando sus problemas de competitividad ante la revaluación del peso y la restricción del consumo en los mercados internacionales. Dicha perspectiva obliga entonces al desarrollo de coberturas de riesgo de manera urgente por parte del empresariado colombiano.

Ahora bien, si quisiéramos identificar la causa de esta larga crisis ya que las causas subyacentes siguen vigentes, estas se expresan en la desregularización del sistema financiero. Desregularización que ha permitido el desarrollo y utilización desmedida de los instrumentos sintéticos financieros o derivados como comúnmente se les denomina.

Dichas prácticas potencian las utilidades de operaciones que se apalancan unas con otras y prometen utilidades, las cuales se generan en el mercado real, en la elemental operación de producir para vender a través de un diferencial de precios que le da razón al intercambio en el contexto de la economía de mercado. Pero los agentes del mercado al exacerbar el uso de los instrumentos derivados olvidan un pequeño detalle: la base de la generación de la riqueza real seguía siendo la misma, por consiguiente las tasas prometidas eran de difícil realización, ya que el producto real, tangible no crecía en la misma proporción a las tasas de rentabilidad prometida en los apalancamientos efectuados.

Cuando la confianza se alteró, el sistema de apalancamientos se derrumbó como un castillo de naipes y arrastró en su caída bancos, aseguradoras, fondos de inversión, empresas y países.

La desconfianza impregnó toda actividad económica y ello se tradujo en cuantiosas pérdidas y en la reconfiguración de diversos sectores económicos, en especial el financiero y asegurador.

Visto en retrospectiva, la explicación señala la actuación de los bancos al prestar de manera temeraria en segmentos de alta probabilidad de impago. El concepto final que explicaba entonces dicha situación señalaba la necesidad de incrementar la regulación al sector financiero.

Es decir, la libertad sobre la que descansa el concepto liberal del mercado debía ser revisado ya que la "ambición humana" sobrepasaba la concepción ética que se suponía auto regulaba la moral social.

Las universidades del mundo desarrollado descubrieron entonces que las últimas generaciones de profesionales manifestaban de manera cruda un vacío en la dimensión ética. Hoy las más encumbradas casas de estudios se encuentran debatiendo el qué y el cómo de la enseñanza de la ética.

En la actual crisis, la explicación se ha centrado en los niveles de la deuda soberana de países. Lo cual ha evidenciado que las heridas causadas en la crisis del 2008 aún no se encontraban sanadas cuando situaciones de desbalance fiscal en economías poco representativas como Grecia y Portugal generaron niveles de incertidumbre que provocaron movimientos bursátiles motivados por la desconfianza.

Hoy la situación de economías más sofisticadas como la española, italiana o belga apuntalan un escenario de grandes turbulencias que provocan fuertes tensiones al interior de la Unión Europea, donde economías como la alemana y holandesa sufren los efectos de subsidiar indirectamente los descalabros de manejos irresponsables de las economías mencionadas.

Si a lo anterior agregamos los serios problemas fiscales de la economía norteamericana provocada por la pérdida sostenida en la última década de sus niveles de competitividad empresarial, tenemos un escenario de absoluta tensión en donde el patrón común sigue siendo la misma de la anterior crisis.

La diferencia es que hoy se oculta la parte de la ecuación que ha hecho posible los niveles de deuda de los países en crisis y es el papel que nuevamente han jugado los bancos, si alguien se endeudó irresponsablemente es porque alguien prestó de igual manera, es decir, de manera irresponsable.

Ello fue posible dada la ausencia de regulaciones y límites a la actuación de los bancos. La desregularización provocó que los bancos actuaran como feroces y hambrientos lobos en un gallinero en donde las gallinas no tenían defensa alguna. La desregularización se traduce exactamente en ese hecho.

Los bancos actúan en el desarrollo de su praxis económica sin recato alguno y los ciudadanos son la parte indefensa de la relación y en su desaforada actuación dejan maltrecha sociedades enteras, sueños y futuros, reciclando y perpetuando la pobreza. Razón le asistía a José Saramago cuando concluía que la mejor alternativa ante el neoliberalismo se llama conciencia.