Duele, pero no sorprende

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Escrito por:

Joaquín Ceballos Angarita

Joaquín Ceballos Angarita

Columna: Opinión 

E-mail: j230540@outlook.com


“Puesto que soy hombre, nada de lo humano puede sorprenderme”. (Terencio)

La sentencia citada se la atribuye la tradición erudita a Publio Terencio Africano. (Siglo II a. C). Insigne dramaturgo y notable autor de comedias entre las que sobresale la titulada Eunuco. En esta se destaca la pérfida estratagema ideada y ejecutada por Quereas de disfrazarse de eunuco para penetrar en la casa de Tais y acceder a Pánfila, hermosa doncella de la que se enamoró, a pesar de ser ella novia de Fedrias, hermano del impostor Quereas. Valga esta lacónica reseña, para resaltar que de antiguo habita en la tierra la felonía. No debe sorprender entonces que haya lobos de dos piernas que se cubren con piel de ovejas para asaltar la buena fe, la credulidad y la bondad de pueblos que en ellos depositan cándidamente su confianza.

En nuestra columna anterior, divulgada el 21 del pasado mes de enero en este periódico que generosamente nos brinda hospitalidad, aludí al puente Alberto Pumarejo. Ponderé en ese artículo la magnitud de la obra: monumental estructura de hormigón armado; uno de los más grandes atirantados de la América latina; orgullo nacional, por el valor de la inversión y por la connotación que tiene el servicio que le debe prestar a la movilidad terrestre de la región Caribe y de Colombia entera. Desafortunadamente, pocos días después de su inauguración y de empezar a ser utilizado, informaron los medios que el viaducto gigante estaba siendo desmantelado por la acción delictuosa de hordas dedicadas a robarse piezas costosas de su estructura. El valor del material sustraído fue cuantificado en mil millones de pesos; suma sin duda apreciable. Según las noticias difundidas los actos vandálicos fueron perpetrados en el sector próximo al poblado llamado Palermo, corregimiento del municipio de Sitionuevo, comprensión territorial del Departamento del Magdalena. Lo ocurrido es motivo de vergüenza, y más aún por el sitio donde los robos se cometieron: en territorio magdalenense. Ojalá sea cierto que las partes robadas hayan sido rescatadas por las autoridades. De todos modos el perjuicio ocasionado es grave. La supuesta recuperación no mengua su dimensión. Ni oculta la magnitud del síndrome subyacente: la proclividad hacia la delincuencia incubada en el ambiente de insania y de corrupción que para infortunio impera en la sociedad contemporánea: Materialista, imbuida de conceptos inmorales, inmersa en lodo nauseabundo en el que las prácticas hedonistas, la procacidad, y el enriquecimiento fácil tienen su imperio; donde no hay sanción social, todo se admite, el corrupto se toma el poder al que asciende utilizando como peldaños el lomo de los integrantes de una corte de áulicos, sin dignidad, voraces de las migajas del banquete de Epulón, donde la institucionalidad no pone orden ni reprime el delito, porque quienes la ostentan están permeados hasta los tuétanos de la deshonestidad reinante. Todo esto duele, pero no sorprende. Es la consecuencia inevitable de la pérdida de los principios y de los valores predicados por el supremo autor del universo: Dios.

También comenté, tangencialmente, en la columna anterior, el contraste desproporcionado que se marca entre el puente Pumarejo y la carretera que comunica a Palermo con Ciénaga, tramo vial de sesenta kilómetros, concesionado, bien mantenido, pero insuficiente y peligroso por sus reducidas especificaciones para la cantidad de automotores que por ella circulan movilizando pasajeros y carga desde distintos lugares de la Costa Caribe hacia el interior del país y viceversa. En ella se han segado incontables vidas en accidentes letales. Se requiere, con urgencia, la construcción de la franja de dos nuevos carriles. Que la obra es costosa, es cierto, como evidente es su necesidad. Congresistas y gobernador del Magdalena, fuerzas vivas todas, a la obra, sin pérdida de tiempo.


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