Más mujeres 2019

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Sin duda, y quizás al tenor de lo que acaece en el orbe, Colombia es manantial de bellas mujeres en todo el significado de la expresión.
La inmensa mayoría permanece en el oscuro anonimato, no siempre para bien, pues nos perdemos entonces de sus virtudes, liderazgo, capacidad de trabajo, empeño y mil potestades más. Otras se destacan inevitablemente, casi siempre de manera positiva. Algunas desafortunadas excepciones no opacan sus cualidades, roles sociales y logros fundamentales en estas sociedades retrógradas.
Ningún campo les es imposible, ningún reto les queda grande. Muchísimas colombianas valiosas han sido ejemplo para toda la nación. Se destacan en el mundo empresarial, cultural, artístico, científico, académico, etc. El deporte orbital gozó este año con la siempre triunfante Caterine Ibarguen, el regreso victorioso de Mariana Pajón, el US Open (tenis) de María Camila Osorio, el quinto título mundial de Sara López en arco compuesto y el título panamericano en fútbol de la superpoderosas. Tatiana Calderón es la única piloto actual y tester en la Fórmula Uno, sin mencionar otras disciplinas.
El programa “Para las mujeres en la ciencia” premió a siete lumbreras: Heiddy Quiroz, Sandra Rondón, Ana María Polanía, Sandra Báez, Diana Sánchez, Yamileth Ortiz y Diana Daníes, portentos en campos tan disímiles como importantes. Mencionemos también a la científica de la Nasa, Adriana Ocampo. La academia se muestra prodigiosa: por ejemplo, Dolly Montoya es la primera mujer en ocupar la rectoría de la Universidad Nacional. Y así, podemos extendernos hasta el infinito. Más, en ciertos grupúsculos anclados en el medioevo, se percibe incuestionable la aversión hacia ellas. No sólo a la valerosa Adriana Lucía, hoy amenazada aleve y cobardemente; nuestras futbolistas debieron denunciar discriminación (obstáculos para la creación de la liga profesional femenina) y, gravísimo, el acoso sexual dentro de la selección. Lo increíble es que haya mujeres atacando a sus congéneres o defendiendo a quienes las constriñen. La ceguera social es aterradora…
En el campo social, son de clase mundial; por ello, perseguidas por la caverna de modo ultrajante. Muchas lideresas han sido asesinadas por defender sus ideales. Con Lucy Villarreal, completamos 22 mujeres asesinadas este año por balas canallas, sólo por promover los derechos humanos y el amor por la cultura. Francia Márquez, activista medioambiental y luchadora por los derechos humanos, especialmente de poblaciones diversas, excluidas y vulnerables, fue galardonada con el Goldman Environmet Prize. Los disparos asesinos no segaron su vida y ahora, con más ahínco, lucha por su tierra, su pueblo, su etnia, su cultura ancestral, el agua, la vida misma. “El amor maternal tiene el poder para salvar al país de la historia de violencia, sufrimiento y tristeza que embarga a los colombianos”, expresó en reciente entrevista. Sabiendo que en Colombia la discriminación laboral hacia la mujer es degradante, especialmente en materia salarial y prestacional, se pronunció con un trino dirigido a la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez, quien previamente habló de la reducción de la brecha social y regional como propósito de gobierno: “Señora Vicepresidenta @mluciaramirez. La invitó (SIC) a que renuncie a los 24,5 millones mensuales que le paga el Estado y acepte vivir con el salario mínimo que su gobierno acaba de aprobar. Acepta el desafío? Olvida que ese salario mínimo es casi lo que usted gana por día?” La realidad nacional es dura. Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo sostiene que cerca de la mitad de los colombianos tiene ingresos por debajo de un salario mínimo, y que los muchísimos informales ganan menos que eso. ¿60% o más de nuestra población? No se trata de reducirles los ingresos a nadie. Es asunto de empatía: ponerse en los zapatos de ese 60% o más que escasamente sobrevive, y que los gobernantes encapsulados en las esferas del poder vivan las verdaderas realidades y que las gélidas estadísticas, acomodadas muchas veces, no sean la única directriz de sus decisiones en uno de los países más excluyentes y desiguales.