Santa Marta cubre su saldo en rojo con la historia (III)

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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Tan invaluable aporte de Tertulia Samaria y Cajamag permitió que en círculos académicos se hablara de “una nueva historiografía de Santa Marta” que, por afortunada coincidencia temática, se inicia con “Santa Marta, del olvido al recuerdo:
historia económica y social de más de cuatro siglos”, compendiado por el profesor Jorge Enrique Elías Caro en 2010 y editado por la Universidad del Magdalena. Este libro, abarca la historia social y económica de la ciudad entre los siglos XVI y XX, profundizando en la educación a comienzos del S. XIX, para explicar algunas situaciones locales y regionales. Aquí, el autor de manera incisiva analiza la “crisis de la historiografía samaria” y se la atribuye a “la ineficiencia de las instituciones, tanto académicas como políticas, encargadas de salvaguardar y mantener vivo el pasado del territorio”.

David Luquetta en la presentación del libro, destaca el hecho de que “la academia samaria no producía material suficiente para conocer y releer la historia de la ciudad” y para probarlo se refiere al trabajo que hacia sobre la Provincia de Santa Marta en la segunda mitad del S. XVIII sin hallar información confiable”. Estas anotaciones y una más de la historiadora española María del Carmen Borrego Pla que “nunca encontró una explicación lógica al por qué no se había escrito la historia de Santa Marta a pesar de su importancia y el papel que jugó desde la colonia hasta bien entrada la construcción de la nueva República de Colombia”. Preocupaciones, que calaron en la mente del Doctor en historia Edgar Rey Sinning y que él pronto transformó en solución real y tangible.

Su recorrido en el tiempo por la ciudad que lo acogió parecía haber sido trazado por el destino sólo para él. Me cuenta que con solo dieciséis años, sin haber terminado el bachillerato, se coló en una excursión a Santa Marta del colegio en Santa Bárbara de Pinto, su ciudad natal, atravesando el Río Magdalena para llegar al Atlántico y por ahí derecho hasta el embarcadero del Ferri en Pasadena, para arribar por camino polvoriento a Ciénaga y luego a Santa Marta en más de doce horas de recorrido. No supo que pudo deslumbrarlo tanto: si el aire fresco de las brizas decembrinas que golpeaban con insistencia su natural palidez o las vías terminadas en pavimento rígido intactas aún, el puente Hernández Pardo y el alumbrado de mercurio que nos había dejado la dictadura de Rojas Pinilla. En todo caso, se enamoró y se dejó cautivar por el encanto de una ciudad enmarcada entre cerros y una gran apertura hacía el gran horizonte Caribe. Se obsesionó con encontrar aquí al padre que lo acogería y le ayudaría a materializar su sueño de vivir en la capital.

Su vida estuvo siempre marcada por un andar la ciudad, tratando de descubrir a cada paso las razones que lo tramaron y lo sedujeron. Su tránsito por la academia buscando saciar sus ansias de encontrar el camino que lo llevase a sus raíces más remotas lo fue recompensando para que nada resultase casual en su travesía: ni su designación como secretario de educación, ni la dirección del Instituto de Cultura, ni la revista Canoa ni mucho menos los primeros intentos de la Tertulia Samaria en 1994 ni el esfuerzo más reciente concretado en el propósito de “redescubrir una historia que alguien no quiere que se conozca”, que culminó con la primera conferencia el 24 de junio de 2015 de Antonio Vidal Ortega y no más de treinta personas invitadas.
Los samarios agradecemos a Cajamag por respaldar la tremenda idea de Edgar Rey Sinning y a su equipo de colaboradores incondicionales y los animamos a culminar la tarea que se impusieron para cubrir el saldo en rojo que tenemos con la historia de Santa Marta.


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