¿Se habla español: n la Ksa de Ktalina?

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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



La lengua es la característica esencial de la manifestación del desarrollo de un pueblo. El hombre, como producto de la historia, ha garantizado la conservación y el avance no sólo de las lenguas sino además del lenguaje, entendido como la manera determinada y consensuada de expresar sus pensamientos.

Sin embargo, el hombre mismo, afectado por su entorno social e histórico, también se ha encargado de desdibujar y corromper las reglas, orden y buen uso de los acuerdos gramaticales que la sociedad ha alcanzado y establecido.

Consideraba Karl Kraus, escritor y periodista austriaco, que la corrupción lingüística era la causa de la degradación de los pensamientos y las conciencias; según él, las personas que hablan mal y escriben mal también pensarán y actuarán mal.

De ahí que sea importante evidenciar los escenarios en los cuales se maltrata el español, dejando claro los desacuerdos y puntos de vista referentes a lo que algunos consideran como una decadencia cultural.

La manera en que es corrompido el español en la sociedad actual muestra cómo mientras la sociedad avanza en otras áreas como la tecnología y la ciencia, el lenguaje es cada vez más atropellado en su uso común.

En la literatura, como en el libro del escritor Fernando Vallejo La virgen de los sicarios, se encuentran ejemplos claros para apoyar la tesis antes mencionada. No se pretende criticar la evolución de la lengua, que hace parte de la manera en que el hombre desarrolla su expresión, sino examinar cómo muchas veces no existe progreso sino retroceso en el interés por el buen habla.

Es común ver cómo muchas personas, sobre todo jóvenes, han consolidado una serie de términos y usos del lenguaje que no están en concordancia ni siguen los parámetros gramaticales establecidos por las autoridades pertinentes, en el caso del español, por la Real Academia Española de la Lengua.

La preocupación por hablar bien, por expresarse mejor y de forma clara se ha perdido lentamente, al menos en la sociedad colombiana. Hoy es casi normal escuchar expresiones como: "sisas (que equivale a decir "sí"), vientos (que equivale a "bien"), gonorrea (para dar a entender que una persona es negligente o grosera), parchado (que quiere decir que alguien se queda en un sitio sin intención de moverse de él), entre otros términos semejantes. Es inevitable pensar que este tipo de trasgresiones al lenguaje hablado tiene mucho que ver con los pocos niveles de lectura en los que vive la sociedad actual.

Mientras la televisión, la internet y los juegos de video se convierten en el nirvana de niños y jóvenes, los libros se han relegado al plano de la obligación académica. Asimismo, los tres avances tecnológicos anteriores, sin mencionar otros de igual importancia, conducen al individuo a un aislamiento impropio del ser humano en el que se le impide su principal función: la relación y el habla con los demás. Ya decía Ernesto Sábato que "es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión".

Pero es más preocupante aún cuando se encuentra este problema en la literatura misma. El escritor Fernando Vallejo ha puesto en escena el atropello del vulgo al idioma español con su libro titulado La virgen de los sicarios. Este texto permite hacer un análisis del uso del español en el lenguaje cotidiano, además de conectar de una forma muy clara el mal uso de la legua con los estratos más bajos de las urbes. En La Virgen de los Sicarios es común leer frases como: "un carro que venía a toda verraca, ventiado […]" ; "[…] los que te cascaron se meten al hospital y te rematan saliendo de la operación exitosa: de cuatro o cinco tiros en el coconut" .

Así, la obra es un punto de referencia lleno de ejemplos que evidencian la descomposición del lenguaje. El libro de Vallejo representa lo que debe preocupar. Mientras la educación y las familias se vuelven más flexibles en la exigencia del buen habla y la lectura, el vocabulario vulgar e incorrecto se hace camino entre la juventud. Siglos de esfuerzo por construir una gramática castellana excelsa y rica en usos y palabras, se ven amenazados por el tránsito cultural de la poesía del vallenato y los boleros, al imperio del reggaetón y del messenger. Sobre todo en éste último, es increíble observar cómo las personas se han acostumbrado a devorar las letras que componen las palabras que desean escribir, por ejemplo: "marik q hac?", o "xq no va?", o bien "n la ksa de ktalina". Estamos sin duda ante un nuevo idioma.

Sin embargo, este problema no parece ser sólo de las clases menos favorecidas. Sin que se pretenda hacer de este artículo una apología a la filosofía del lenguaje, es importante resaltar los aciertos y aportes que esta ofrece en el tema de la descomposición del mismo. Mencionar, aunque sea someramente, el parecer de un filósofo como Ludwig Wittgenstein en la cuestión del lenguaje, su uso y sus imperfecciones, ayudarán a reflexionar mejor sobre el tema principal.

Wittgenstein encontró que la mayor parte de los problemas en la filosofía tenían como base las inconsistencias del lenguaje que a su vez partían del uso informal y desenvuelto del lenguaje. De esta manera, el lenguaje pasa de ser mecanismo a ser objeto de estudio por la filosofía, y para esto Wittgenstein propone una salida al asunto que fue llamada "sintaxis lógica". Esta última no es más que la herramienta que permite al lenguaje designar y describir por encima de interpretar.

En ese sentido, es importante analizar que si bien es cierto que la lengua es el medio por el que los humanos se hacen entender, la mala utilización del lenguaje se convierte a veces en obstáculo para llegar a ese entendimiento. Las palabras que se utilizan comúnmente y su respectivo sistema lingüístico son lo que se denomina "lenguaje natural"; mientras, la herramienta que propone Wittgenstein para una solución casi perfecta a los problemas de ese lenguaje es la "sintaxis lógica", que se acerca más a la semiótica que a la semántica.

Empero, aunque se sepa que la gente no hablará de forma lógica sino natural, la referencia a Wittgenstein permite evidenciar que el problema de la descomposición de lenguaje no es algo propio de un grupo social determinado sino un comportamiento natural de la humanidad, incluso en campos cultos y estructurados como la filosofía y la lingüística.

¿No habrá ya entonces manera de entenderse? ¿Está el hombre frente a un proceso de involución verbal, en la que sólo le interesa hacerse comprender con lo más mínimo de su lengua? No puede olvidarse que de hecho las lenguas que hoy se derivan del latín, surgieron por la mezcla y adaptación a las lenguas vulgares de algunos pueblos de Europa.

Esto permite reconocer que pese a los esfuerzos de las élites por conservar el buen uso de la lengua, la masa siempre es mayoría y se impone. No en vano el latín que adoptó la Iglesia Católica luego de la caída del Imperio Romano fue el vulgar y no el clásico, pues necesitaba darse a conocer entre el pueblo. Pero la masa creció y el latín no fue suficiente, también la Iglesia debió adaptarse a las lenguas impuras y optó por educarse a sí misma y permitir la educación de los demás.

Sin duda, el mejor acicate para rescatar el buen habla entre las gentes es la educación. Sin educación no hay lectura, no hay escritura, no hay desarrollo. Será que ya no podrá decirse con Juanes en sus camisetas: ¿se habla español?



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