La vida no es seria en sus cosas

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Un escritor escogió para una de sus obras el título "La vida no es seria en sus cosas". Ninguna expresión más adecuada para encabezar este artículo.

Ocurren hechos que a veces no tienen justificación; al menos para las personas que resultan afectadas.

Para tales acontecimientos no se encuentran respuestas lógicas, pero es conveniente inventarse explicaciones para cada caso con el fin de paliar un poco los efectos negativos sobre el ánimo de los damnificados.

No se explica uno cómo han podido ocurrir tragedias dentro de templos, por ejemplo, sobre personas que en esos momentos se dedicaban a la oración, al recogimiento, a la meditación con la mente puesta en ideales elevados, muy alejados de los vicios mundanales.

No se necesita profesar una religión determinada para suponer que si alguna protección puede tener un mortal, esta debe encontrarse en ese sitio y en el momento de comunión espiritual que lo ha llevado a la casa de Dios. Sin embargo, desgracias como las que hemos mencionado suceden con frecuencia y se llevan por delante vidas inocentes, niños, en gran porcentaje.

Como hay que buscar excusas, no falta quien diga que son pruebas que se nos presentan y a ellas debemos responder con resignación. Es un mecanismo de defensa que nos permite vivir sin acumular la pesada carga de resentimientos que nos va brindando la vida. Después de un desahogo como ese, quedamos preparados para la próxima calamidad que se nos presente. Hasta hay quienes agradecen que se les haya tenido en cuenta para padecer esas pruebas.

Frente a esos masoquistas no hay nada que hacer. Pero no puede negarse que la vida no es seria en sus cosas cuando permite que se tuerza el destino de personas que debieron cumplir con fines no solo esperados por ellos sino iniciados con buen augurio.

No es posible tronchar aspiraciones y anhelos sin hacerse acreedor al título de irresponsable. Y la vida, o el destino, o ambos juntos carecen de seriedad cuando determinan que el periplo vital de una persona debe terminar precisamente cuando frente a ella se abría una senda de felicidad largamente anhelada.

Hace apenas tres días, este martes, la prensa dio cuenta de una gran tragedia: el padre, la madre y dos pequeños hijos perecieron dentro de su residencia a causa de un incendio. Vidas jóvenes --treinta y ocho, treinta y siete, once y nueve años de edad, respectivamente-- se perdieron por una imprevisión.

Como todos los martes, la familia encendió una veladora a la virgen de su devoción: Santa Marta. La vida se equivocó. Y duele no encontrar la manera de protestarle a la insensata Parca sus palos de ciego en busca de quienes no deben morir.

¿Sería más sensato reclamarle a la Muerte y no a la Vida? Francamente, no. Porque la primera siempre está al acecho y sus reclamos se cumplirán, tarde o temprano. En cambio, se supone que es la Vida la que tiene que defender la permanencia en la tierra de aquellos seres que, convencidos y llenos de fe acuden ciegamente a la protección divina o a los intercesores ante el ser supremo.

Como dijo el escritor mexicano Juan Rulfo en su corta narración, la vida no es seria en sus cosas.



Más Noticias de esta sección