Nada de nada

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



La única vez que se ha escuchado enérgica la voz del presidente de la República durante estos días de agitación ha sido cuando, antes del partido final del fútbol colombiano, respondió en Cali una pregunta idiota acerca de sus preferencias en esa confrontación simbólica del Caribe contra el resto de este país.
El “mozalbete inteligentón” que ocupa el solio de Bolívar contestó, entusiasta, alegrón, vivaz –es decir, todavía más idiota que su entrevistador-, y franqueando el vocerío que en todos lados pide su renuncia por incompetente, títere y cobarde, que él toda la vida ha sido hincha de “la Mechita”, y que, como era hincha de “la Mechita”, “la Mechita” tendría que ganar. Dos a cero, dijo. Bueno, parece que al menos en algo acierta el muchachito con que nos maldijo el en buena hora desprestigiado Álvaro Uribe.

Pero de nada más habla con tino el jefe de Estado: la Nación le pide diálogo sincero y él esputa hipocresía política; las masas le cantan las verdades públicas a la cara, y él solo atina a bajar la cabeza; las calles hierven de hartazgo y el hombrecito se parapeta en los gremios. Se va en blanco. Además, los hechos prueban que Iván Duque no es un conciliador ni un demócrata. Para sembrar la idea contraria, algunos comentaristas subsidiados se emplean en repetir la especie benevolente de que el presidente hace lo correcto al “permitir” las manifestaciones populares. ¡Como si él les estuviera concediendo un derecho a los ciudadanos!, ¡como si los colombianos le debiéramos algo a alguno de los pajarracos de este Gobierno!, ¡como si los servidores públicos fueran en verdad superiores al pueblo, tal que lo advertía Jorge Eliécer Gaitán!

Lo cierto es que Duque no puede impedir las marchas y las protestas. En cambio, lo que sí podría hacer es ajustarse los pantalones con perneras y gobernar, que para eso se lo eligió. Gobernar implica saber sentarse callado a escuchar, debatir, proponer, ser honesto con los protestantes. Ello no constituiría el otorgamiento de un regalo por parte de un débil a unos revoltosos, sino apenas el ceñimiento a un deber republicano. El presidente tiene que dejar de evitar el estrés y enfrentar los problemas, no puede seguir ocultándose detrás de figuras paternas, extorsivas o no. ¡Es preciso que haga algo útil! Si no actúa como un líder, que se atenga a las consecuencias.

La estrategia de “dejar que las cosas se calmen”, que a mí se me parece mucho a aquella de la corredora avestruz, y que consiste en meter la cabezota en la tierra hasta que todo pase, no sirve en el largo plazo. Aquí lo que corresponde es dar la cara, coger al toro por los cuernos, vivir la situación con decisión y valor, administrar, ofrecer soluciones, dejar de deslegitimar la protesta, mandar a callar a la torva ministra Nancy Gutiérrez, emanciparse de la sombra funesta de Uribe, y empezar a representar a todos –a todos- los colombianos a través de actos de gobierno.

Hace más de un año y medio, desde estas líneas –así como en otras- se previno de lo que se le venía a Colombia con la elección emocional y ridícula de un candidato que resultó siendo el “paquetazo” que se veía que era el subpresidente, el “nada de nada” que hoy hay que padecer. ¿Cómo salir de esto en lo que la mitad del país nos metió? Hay que presionar hasta el quiebre, para que se cumplan la Constitución Política y las leyes de la República. ¡Aquí manda el pueblo!


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