Protesta ciudadana

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Pasamos de la crisis migratoria venezolana y del estigma al extranjero pobre y desamparado (Aporofobia), al discurso del reconocimiento de la diferencia, la alteridad y a la importancia del ejercicio de la ciudadanía. Por ello es claro que, el proyecto de Nación en Colombia sigue siendo un proceso voluble, inacabado y, por ende, en construcción.

Es así, que el presente es caótico, reflejo de años de dominación y desigualdad desmedida. Hoy la ciudadanía se pronuncia; reconoce que votar no es su único escenario de participación; da ejemplo de paz y unidad, sin dejar de lado el pasado reciente de la violencia. También, es notorio que el influjo de la educación y la gesta de formación política, son sus armas para enfrentar a través del dialogo y la confrontación argumentada, a la injusticia, las falacias y la intimidación.

En efecto, en las tensiones sociales y políticas que se acrecientan, se observa variedad de discursos, narrativas y medios comunicacionales para ello, en torno a la forma en cómo debe actuar el gobierno y la ciudadanía para sofocar la efervescencia y el sentido de la protesta social. Es así como, a través de las redes sociales, especialmente el Twitter o los llamados “memes” la ciudadanía ha promovido escenarios de confrontación, apoyo e invitación a la unidad.

En medio de ese proceso se pone en evidencia que la ciudadanía en su amplitud asume su rol; ya no con las restricciones de antaño, ni tampoco guiada por el miedo, sino que a través de una decisión consciente participa, sobre todo, aquellos llamados excluidos y subalternos: mujeres, indígenas, afros, campesinos, refugiados, migrantes, LGBTI, etc.

Por otra parte, la ciudadanía se reconoce como tal y sabe cuál es su papel en la sociedad: Aquel que participa efectivamente de los asuntos públicos de su comunidad política. Por eso ni los medios de comunicación, ni el presidente y su gabinete esta vez tienen los argumentos para estigmatizar infiltraciones de grupos ilegales en las manifestaciones; sencillamente porque la protesta, es la voz del ciudadano trabajador, estudiante, pensionado, campesino, líder, etc. que obviamente en sí misma es una manifestación política, porque busca transformar las estructuras desde las cuales se está gobernando y administrando los recursos de la sociedad.

Sin embargo, hay quienes intentan sacar provecho ideológico de este proceso, mediante discursos de integración y apoyo a la población, mostrando contrariedad en las decisiones del gobierno, cuando siempre han pertenecido a sus mismas toldas políticas y su clase social imperante históricamente. Es decir, una especie de proyección electorera en medio del caos y la confusión.

Sin duda, la lucha social a través de la protesta tiene sus costos humanos. Es decir, víctimas de ambos sectores: fuerza pública y población civil. Lo paradójico e incomprensible es que mientras los primeros defienden - por orden - el statu quo; los segundos reclaman sus derechos que directamente involucran a los primeros por ser también integrantes de la misma sociedad.

Aunque obedeciendo algunos desconocen lo que se exige: el derecho a la educación, a la salud, garantías laborales y acceso a servicios básicos, además del equilibrio de oportunidades. Es por eso, que, para evitar sobre todo los costos humanos, el dialogo y la concertación deben ser la salida.

Finalmente, resalto que las tensiones sociales siguen siendo espacios importantes para el desarrollo humano, se pone en la palestra, el grado de educación, la cultura y la posibilidad de convergencias ideológicas y políticas.