La anestesia: avance crucial

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Muchísimo ha cambiado desde las épocas medievales cuando los clérigos se encargaban de amputar extremidades afectadas irremediablemente hasta estos días, en los que contamos con una medicina muy sofisticada, precisa y eficaz. Los Concilios de Letrán y Trento prohibieron a los monjes cualquier práctica médica, al declarar heréticas esas actividades en sus manos.
Los barberos, que eran ayudantes de los monjes, asumen las amputaciones y extracciones dentales; después, se encargaron de drenar abscesos, reducir fracturas y trepanar cráneos para tratar la migraña. Cervantes cuenta que Don Quijote recurrió a Maese Nicolás, “barbero, cirujano y sacamuelas” para aliviarse de una paliza recibida. Por aquellas calendas, los barberos gozaban de mayor prestigio que los médicos y percibían mejores honorarios. Humanidad inefable…

Hasta el siglo XVIII, la práctica quirúrgica en Europa se repartía entre los barberos-cirujanos y los médicos formados académicamente, quienes realizaban las operaciones más complejas. El Rey Jorge II de Inglaterra apartó los barberos de las actividades quirúrgicas. Toda Europa replica esa medida. ¿Y cómo era la anestesia en aquel entonces? En Oriente, usaban acupuntura china, opio, cannabis, mandrágora y otras sustancias capaces de reducir el dolor. En Europa, además de lo anterior, se usaba el vino y diversos licores, belladona, cicutoxina y opio, para lograr sueño analgesia y cierto grado de parálisis, principios fundamentales de la anestesia moderna; además, la asfixia, la compresión, el frío y otros métodos nada convencionales. El fraile Teodoro Lucca usaba la esponja soporífera, todo un adelanto, que contenía una mezcla de mandrágora, amapola, cicuta, beleño y moras verdes con la que embebían esponjas que le hacían inhalar a los enfermos. La inquisición española prohibió el uso de la esponja soporífera por considerarla magia negra y práctica diabólica.

El éter, el óxido nitroso y cloroformo cambian la historia: aun cuando el nacimiento de la anestesia se sitúa oficialmente en Boston, 16 de octubre de 1846, con el conocido caso de William Morton, quien anestesió con éter al paciente Gilbert Abbott para la intervención que la practicaría el cirujano John Warren en el Hospital General de Massachusetts en una demostración pública, la realidad es que Crawford Long realizó la primera “eterización” en 1842 a John Venable para extirparle un tumor en el cuello. El episodio de Morton tuvo todos los requisitos para fracasar: su máquina era la primera desarrollada para suministrar éter pero nunca se había probado, no se habían estudiado los efectos del éter en humanos para una intervención quirúrgica y, menos, hasta qué punto administrarlo en forma debida y segura, en personas anestesiadas, no existía la monitoria durante la cirugía, no había medicamentos para ayudar a la anestesia, etc. Así eran esos tiempos. No obstante, funcionó; se publicitó y se popularizó este nuevo método. La Reina Victoria, haciendo caso omiso a la orden bíblica (“parirás tus hijos con dolor”), permitió que, en 1853, el obstetra usara cloroformo para el nacimiento de su hijo Leopoldo. Ya John Snow, en 1847, había utilizado éter para anestesia obstétrica. Otros desarrollos posteriores (curare, derivados del opio, aguja hipodérmica, anestésicos locales derivados de la cocaína, el tubo endotraqueal, los respiradores, las máquinas de anestesia, la cal sodada para atrapar el CO2 y muchos otros), permitieron el paso a la anestesia actual, una de las maravillas de la medicina moderna.

Fue crucial la introducción de la monitoria: se pasa de los signos clínicos, el fonendoscopio y el tensiómetro aneroide manual al monitor cardíaco; el oxímetro, introducido en 1987, redujo significativamente la mortalidad. Después, llegan otros dispositivos que permiten examinar numerosos parámetros durante la anestesia, máquinas computarizadas, medicamentos refinados, técnicas minuciosas, y formidables avances en la investigación y el conocimiento que permiten una práctica confiable. Hoy es una ciencia muy segura, distinta a la experimental de hace pocos años. Se ocupa de otros aspectos como el control del dolor; fue también el origen del cuidado intensivo. Gracias a la aparición de la anestesia no se lograron muchos avances en las distintas especialidades quirúrgicas.


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