Apoyo para el Cuerno de África

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



¿Cuáles son los límites de la cooperación internacional?, ¿hasta dónde el ser humano es capaz de permitir que un contexto perfectamente controlable dañe incluso al grado de la muerte a una población que clama, no por justicia o bienestar económico, sino por sobrevivir?

Mucho se habla de aquellas noticias que atraen con fuerza los reflectores internacionales, sobre todo cuando sabemos que pueden llegar a tener alguna incidencia directa sobre nuestros países, como lo son los malestares económicos en la Unión Europea y EE.UU., que seguro permearán de distinta manera a algunas economías de nuestra región.

Sin embargo, también hay noticias que pese a no tener grandes consecuencias en nuestras naciones, sí nos afectan moralmente como comunidad global, pues son la muestra de la incapacidad mundial para brindar apoyo a quienes más lo necesitan.

Estamos hablando de privilegiar a las vidas humanas sobre cualquier bien material, de presionar a nuestros gobiernos para que actúen en consecuencia y sumen voluntades a los males cada vez más agravantes de la humanidad.

Uno de estos eventos, cuya alarma ha sido encendida álgidamente por distintas Organizaciones Internacionales es la delicada situación de Somalia, un país cuya posición es estratégica para el comercio mundial, pero que se encuentra afectado enormemente por un conflicto étnico-racial, que mantiene una condición de desequilibrio y caos al interior, que degrada ínfimamente la condición humana.

Echemos un vistazo a las estadísticas: Somalia, tiene una población de casi 10 millones de personas, con una esperanza de vida de tan sólo 50.4 años. Su tasa de mortalidad infantil es de 105.56 defunciones por cada mil habitantes, la quinta más alta del mundo. Su tasa de alfabetismo es de 37.8% y cuenta con tan sólo 600 dólares de PIB per capita, el quinto peor del planeta. Por si fuera poco los desplazados y refugiados internos suman 1.1 millones de personas, a los que se añaden 700 mil muertos producto de una guerra civil que no cesa desde 1980.

El país sufre un estado de guerra provocado por el enfrentamiento de tribus, sobre todo aquellas somalíes que representan el 85% de la población y los Bantú y otras que ocupan el 15%, cuyas fuerzas de origen árabe buscan controlar el país sobre la base de una estrategia que lastima enormemente la esencia humana.

Platón, en su obra la República nos relata que para que una sociedad funcione requiere tener tres cualidades que tengan armonía entre sí: debe existir un deseo de superación, emotividad e intelecto en los miembros de una comunidad. Cuando las primeras 2 cualidades son controladas por el intelecto, la sociedad y sus individuos logran una situación deseable y equilibrada, cuyo resultado es sin duda el progreso.

Aquella enseñanza platónica puede aplicarse al caso de Somalia, sin embargo, ante la complejidad del contexto no podemos tener la certeza de que la mayoría de los individuos de este pueblo cuente con la armonía entre estas cualidades. Cuando alguna de éstas se pierde o se corrompe, el caos y la entropía terminan por llevar a la sociedad a la barbarie, degradando toda garantía y valor que intrínsecamente tiene cualquier individuo de nuestra especie.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos del mundo como comunidad global para apoyar a este país tan golpeado? Podemos tratar de influir en nuestros gobiernos, manifestar nuestro apoyo a la nación somalí, conminar a nuestros representantes en el exterior para promover mayores acciones desde Naciones Unidas, desde el Consejo de Seguridad (CS), desde el Acnur y demás órganos subsidiarios internacionales para que se ponga mayor atención a este tipo de casos, es hacer un llamado a Brasil y Colombia, que nos representan a los latinoamericanos en el CS para que se establezca una agenda que ponga fin a tantos años de incertidumbre para una población devastada por los conflictos, la pobreza y el hambre, es apostar más recursos a un objetivo poco lucrativo en términos económicos, pero que enriquecerá enormemente la cualidad y el sentido humano de nuestras naciones.

Haciendo un paréntesis, desde este Reflector Mundial queremos enviar nuestras condolencias al pueblo noruego, que ha comprobado que la inestabilidad social no es sólo cuestión de desarrollo económico, sino que es el radicalismo (en cualquiera de sus formas) uno de los mayores peligros que tenemos como especie.

Nos queda claro que el odio del hombre hacia el hombre por cualquier motivo, puede ser igual de grave para la sociedad siendo individual o colectivo.