Colonia y saqueo. Parte de una herencia

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Escrito por:

Eimar Pérez Bolaños

Eimar Pérez Bolaños

Columna: Opinión

e-mail: eimar.perez@unad.edu.co


Hoy 12 de octubre se conmemora un año más de un proceso histórico trascendental para el mundo, dado a que marcó la ruta para la construcción de un paradigma social, político, cultural, filosófico y económico que aún permea todos los escenarios de la vida.

Todo lo anterior, es el resultado de la construcción del devenir humano que, en la búsqueda constante de conocer, “dominar” y transformar la naturaleza, configuró un tipo de pensamiento que articulaba la filosofía y la ciencia, como efecto de circunstancias previas y posteriores a lo que se ha denominado desde la perspectiva eurocéntrica “el descubrimiento de América”, y desde la visión Latinoamericana, como “un encuentro cultural”.

Las líneas de esta columna no alcanzan para enlazar una reflexión amplia frente a las aristas que de este tema se derivan. Sin embargo, sin caer en reduccionismo, tomo la conmemoración de este día nacional y cívico en algunos países, como una oportunidad de extrapolar lo que podríamos denominar una herencia histórica, reflejada en el contexto colombiano que, de acuerdo con los acontecimientos recientes frente a los temas de las ramas del poder, especialmente el judicial y ejecutivo, me interpelan al análisis y reflexión.

En ese orden de ideas, el conquistador español desde su ego cogito (yo pienso), con su táctica expansionista y militar, promovió la configuración del sujeto colombiano, que después de la “Revolución” independentista finalizada en 1819, continua con muchos patrones coloniales en su forma de proceder y actuar. Es así, que el ego cogito conquistador, heredado en el sujeto en Colombia impregna su esencia, que, en la construcción de un proyecto de Nación centralista, se hace evidente en muchas de sus prácticas.

Por lo anterior, la idea de colonia y saqueo como sucesión española configuró la cultura colombiana a la hora de ejercer el poder desde la praxis política. En ese sentido, desde el proceso colonizador la IMPOSICIÓN es el paradigma general. A partir de allí, bajo la idea premoderna de “príncipe” o “soberano” se ejerce el poder. Es decir, un cumulo de “herederos” organizados han decidido individualmente frente a los demás. Pero con la idea de empoderarse de todo a través de la fuerza.

Sin embargo, es claro que, dado el devenir de la historia, estos nuevos “colonizadores colombianos” se han valido de diferentes instrumentos. Es decir, ya no mediante la fuerza física en su generalidad -aunque hay muchos casos registrados de apropiación de terrenos indígenas y campesinado, además de su exterminio- sino a través de promover ignorancia con una educación pública precaria, acrítica y apolítica y desde lo privado a través de la negociación del conocimiento. Bajo esa estratagema continua la sucesión colonizadora y el sostenimiento de las élites.

Por otra parte, desde el orden jurídico también se evidencia que, a partir de una serie de normas se ejerce el control de la población a través de diferentes instituciones. Pero la vigilancia no el único interés en este caso, sino como inmunidad legislativa frente a todo saqueo del erario o ventas y comodatos de los recursos naturales a multinacionales, como lo son los páramos, explotación minera, etc.

Agrego también que, dentro de la herencia constitutiva del sujeto colombiano se encuentra la segregación, sobre todo racial, donde se invisibiliza la importancia de reconocimiento y respeto a la multiculturalidad; más bien, a través de diversos escenarios se promueve. Como, por ejemplo, el fútbol, los reality y en espacios representativos de oportunidades para la vida pública. Además, se continúa con la configuración de la línea divisoria centro-periferia desde la cual se organiza la sociedad.

Por último, puedo mencionar de acuerdo con los recientes hechos que “sacuden” al país en materia de investigaciones. El instrumento de colonización que se pone en evidencia es la desinformación, el engaño y la falacia, que se vale de las carencias del sistema educativo, generando zozobra, polarización y sectarismos ideológicos a fin de promover la violencia como estrategia, en la que solo salen beneficiados los “nuevos colonizadores”, porque las únicas víctimas son quienes se ponen como escudos a fin de defender a sus verdugos.



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