¿Estudiante o delincuente?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



¿En qué momento los estudiantes se convierten en delincuentes? Desde siempre las universidades por ser los centros de formación por excelencia de la juventud, han sido bastiones de pensamiento crítico e independiente, a punto tal, que los estudiantes han sido promotores y propulsores de grandes cambios políticos y sociales.
Pero sus armas siempre han sido las ideas y la protesta pacífica y no los actos criminales. Cuando los estudiantes abandonan las ideas y la protesta pacífica para emplear la violencia y el vandalismo, dejan de ser estudiantes para convertirse en delincuentes.

Lo acontecido la semana pasada con las protestas estudiantiles en Bogotá no solo es repudiable sino preocupante. El país debe cuestionar seriamente el papel de las universidades públicas en la formación de nuestros jóvenes. No es justo que los impuestos de los contribuyentes se vayan en subvencionar centros de adoctrinamiento ideológico de la guerrilla.

Claro que hay estudiantes, y son la mayoría, que realmente quieren estudiar y valoran los esfuerzos que hacen el país y sus familias para brindarles un mejor futuro. Pero también es claro que hay un número importante de bandoleros que utilizan los libros como escudos para sus actividades delictivas. Son precisamente estos últimos, los que se oponen a que la fuerza pública pueda entrar a los claustros, los cuales pretenden convertir en santuarios inviolables. ¡No faltaba más!

Para la fuerza pública, cuando se trate de perseguir el delito e imponer el orden, no puede haber territorios vedados. Es más, las universidades públicas son bienes públicos sostenidos con dineros públicos, así que no veo por qué habría que darles una protección especial que las haría pequeños estados independientes dentro del estado, a punto tal de considerar que el ingreso de la fuerza pública a estos claustros es una violación de soberanía.

Recién posesionado Duque tuvimos una gran movilización nacional y paros para exigir más presupuesto para la educación pública, y el gobierno cedió mucho y les dio lo que pidieron y más. Es ahora el turno de la sociedad de exigirles una contrapartida, que no es otra diferente a que aprovechen al máximo los recursos que tienen a su disposición para ser ciudadanos útiles y que no favorezcan por acción o por omisión la infiltración de delincuentes entre ellos. Las directivas universitarias deben tener mano dura para expulsar a aquellos estudiantes que promuevan o participen en actos vandálicos, y deben tener el coraje para denunciarlos y ayudar a judicializarlos. Las universidades no pueden convertirse en cueva de bandoleros y pelafustanes.

El gobierno nacional debe condicionar la entrega de recursos a logro de objetivos concretos no solo en el área de calidad de la educación sino también en las áreas de convivencia y violencia. Se deberían crear indicadores que nos digan qué porcentaje del estudiantado participa en actos vandálicos; y conforme a esos indicadores no solo adjudicar recursos sino incluso llegar al cierre definitivo de la universidad. Por cada día de paro, debería haber una sanción. ¿Por qué si los estudiantes no van a la universidad a estudiar, entonces a que van?

Asimismo, deberían existir indicadores, también atados a recursos, para premiar a aquellas universidades que realmente están formando ciudadanos útiles para el país. Si los estudiantes de una universidad no tienen paros, no cometen actos vandálicos, no participan en protestas violentas y participan activamente en la comunidad para llevar bienestar, entonces están son las universidades a las cuales debemos darles más recursos.

Los colombianos llevamos demasiadas décadas alcahueteando lo que sucede en algunas universidades públicas y que son un pésimo ejemplo para el país y para la juventud. Hemos pecado de permisivos. Es momento de tomar el toro por los cuernos y solucionar este eterno problema de los estudiantes-delincuentes.