Rio manzanares, “canjeamos” oro por globos

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Escrito por:

Veruzka Aarón Torregrosa

Veruzka Aarón Torregrosa

Columna: Opinión

e-mail: veruzkaaaron.t@gmail.com

Twitter: @veruzkaaaron


El Parque Lineal del río Manzanares, es uno de los proyectos más ambiciosos de ciudad, dado su impacto social, económico y ambiental en el territorio. A pesar de esto, el proyecto se ha convertido en una injustificable deuda de los alcaldes que han gobernado durante los últimos 20 años, quienes a través de sus respectivos planes de desarrollo se comprometieron a ejecutar esta iniciativa, definida mediante el Plan de Ordenamiento Territorial Jate Matuna (2000), como una intervención estratégica para la ciudad.

Al revisar los últimos dos planes de desarrollo del Disitrito, se identifica como entre uno y otro periodo se traslapó la propuesta del Parque Lineal. Por un lado encontramos la precuela de este proyecto en el Plan de Desarrollo “Equidad para todos, primero los niños y las niñas, 2012-2015”, que mediante el “Programa Ciudad Verde”, planteaba el “Diseño y construcción de zonas de espacio público de recreación pasiva y activa a lo largo de la ronda del río Manzanares. Por otro lado, la secuela del mismo proyecto se ubica en el Plan de Desarrollo “Unidos por el cambio, Santa Marta Ciudad del Buen Vivir, 2016-2019”, donde se destaca el programa “Santa Marta verde y ciudad del río”, el cual proyectó “la recuperación de áreas verdes y de la ronda hídrica y la construcción de la ciclo vía del parque lineal”.

Pese a que mediante los citados planes, la iniciativa dejó de ser una idea para convertirse en un mandato popular y legal que se constituía en obligación para los alcaldes de turno, estos no le cumplieron a la ciudad. Al parecer los gobernantes del “antes”, del “ahora” y los de “siempre”, tienen en común una visión del territorio que no trasciende del papel. Sin embargo los alcaldes no son los únicos responsables de esta situación, ya que por acción u omisión todos hemos contribuido en el deterioro de este afluente y en el hecho de que este hoy sea un referente más del deficiente proceso de construcción de ciudad. La condición actual del río Manzanares, es producto no solo de la ineficiente gestión ambiental urbana de carácter público, sino de nuestra crisis de civismo y cultura ciudadana, pues como sociedad históricamente le hemos dado la espalda a este patrimonio natural.

Contrario a nuestro daltonismo conceptual sobre el desarrollo sostenible, en otras ciudades los ríos fueron determinados como ejes estructurantes del territorio, a partir de lo cual resultaron exitosos procesos de renovación urbana en los niveles nacional e internacional. Casos como el de la ciudad de Seúl en Corea del Sur, donde el canal Cheonggyecheon después de haber sido sepultado por una autopista, fue recuperado, tanto en su calidad hídrica como en su relación con el entorno urbano, de tal forma que hoy es un elemento integrador espacial, ambiental y social de dicha ciudad. En el orden nacional se destacan los procesos de gestión ambiental urbana que adelantaron las ciudades de Medellín, Montería y Barranquilla, las cuales hicieron de la recuperación de sus ríos, una empresa mediante la cual le apostaron a mejorar no solo los entornos urbanos, sino a que estos se convirtieran en estratégicos detonantes de las dinámicas sociales y económicas del territorio.

En nuestro caso, el río Manzanares ha sido una víctima más de nuestra disfuncional consciencia colectiva, pues en lugar de exigir que se dignifique este entorno urbano y ambiental, nos hemos conformado con insignificantes proyectos de dotaciones de parques que solo contribuyen a la perdida de áreas verdes, mientras que el río, día tras día nos enrostra su agonía. En pocas palabras, “canjeamos” oro por globos.

En virtud de la responsabilidad social con nuestro entorno y el legado que le debemos a las nuevas generaciones, el llamado es para que los líderes políticos y de opinión, medios de comunicación, gremios, organizaciones no gubernamentales, entidades y sociedad civil en general, asumamos unidos, un rol proactivo frente a esta crisis.Nuestro silencio e indiferencia nos hace cómplices de la profundidad del detrimento del potencial de nuestro territorio y el fracaso en la gobernabilidad mismo.