Abello, Abella y Abelló

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


La prima Elisa Sofía Escarraga De Andreis me pidió que le diera una mano para ella saber de dónde salieron tantas combinaciones del apellido Abello en Colombia: Abello Grau, Abello La Valle, Abello Roca, Abello Lobo y Abello Falquéz entre otras.
Que le averiguara de qué ramas originales se desprendieron y en qué momento dejaron a Santa Marta y se fueron a Barranquilla, Bogotá y el resto del país. Acepté el reto y comencé a buscar las fuentes primarias que me dieran luces sobre esta parte de la historia del apellido que por línea materna también me pertenece. No me fue posible cumplirle.

Hay documentos en los que los mencionan tangencialmente. El economista e historiador Joaquín Viloria en “Empresarios de Santa Marta en el Siglo XIX: el caso de la Familia De Mier” referencia a un M. Abello que en 1846 se asoció con otros comerciantes para crear una Compañía de Vapores en Santa Marta. Luego, en el capítulo “algunas fortunas samarias”, relaciona los pesos que en 1862 ocupaban las arcas de un Abello & Hijo ($ 16.000) y un Abello & Sobrino ($ 8.500), lo que me llevó a pensar que como comerciantes no tenían arraigo, eran viajeros trashumantes.

Adlai Stevenson Samper en “La Historia ignorada de Barranquilla: los cañones que enterraron la guerra”, publicada en El Heraldo, dice en uno de sus apartes que “…el párroco Carlos Valiente solicitó en 1886 al Concejo Municipal la cesión de una parte de la Calle Ancha para ampliar la casa cural (…) es en ese momento cuando el alcalde Antonio Abello decide efectuar cambios fundamentales en el diseño de la calle, creando en la mitad un camellón con sillas a los lados bajo la sombra protectora de una hermosa alameda”. O sea, un Abello más, destacado líder político que estudió en Europa pero se radicó en Barranquilla desde 1860, posiblemente con parte de sus hermanos.

Dos referencias que evitaron ocuparse a fondo de un Abello, tal vez porque no fueron tan destacados o portentosamente ricos como para darles la resonancia que les otorgó Nelson Sánchez De Andreis, casado con Lola Abello De Andreis, fruto con diez más de la unión de Antonio Basilio Abello Vergara con Rafaela Virginia De Andreis Capella en un documento mecanografiado del que ya no quedan sino ruinas, que guarda celosa su sobrina nieta Silvana De Andreis.

Son asturianos, dice el texto de Nelson y descienden de patriarcas de la Torre de Brieves de donde un hijo de Don Manuel, Jorge Rodríguez de Abello, pasó a la Nueva Granada a principios del Siglo XIX y como realista luchó al lado de los realistas contra la insurrección de los patriotas. Tuvo dos hijos: Manuel R. Abello y Tomás E. Abello, políticos y presidentes ambos del Estado del Magdalena. Sin el Rodríguez que se esfumó y no supe cuándo.

Manuel R. era hacendista, ministro de guerra durante la presidencia de Murillo Toro, asistió a la Convención de Rio Negro y se casó dos veces. “La primera, en Santa Marta de cuyo matrimonio nacieron numerosos hijos Abello Vergara. Muchos emigraron como seguramente sucedió a los hijos de Tomás E.” Menos Antonio Basilio que nunca se movió. Su segunda boda, en Bogotá, con Cleofe Escovar, dando origen a la rama bogotana de los Abello (o de los Abella como el del inefable Arturo de la TV con porte, figura y ojos saltones muy parecidos a los de los nuestros) Unos Abello, otros Abella y otros Abelló, como lo cuenta el historiador emergente, “en España se lo cambiaban todo el tiempo”.