Náufragos en un mar de coca

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



“Le pido a los seguidores y a los demás candidatos que no continúen haciendo comentarios irresponsables acerca de mi candidatura ¡Por Dios, no sean irresponsables!, esto puede tener consecuencias para mí, incluso fatales” Fue el pronunciamiento hecho por la candidata Karina García unos días antes de ser cobardemente asesinada junto a otras cinco personas, incluyendo la madre de ella.

Es preocupante que en ciertas zonas del país haya criminales con categoría de dioses y que tienen el poder de decidir quien vive y quien muere.  Asesinan con tanta frialdad y alevosía como si fuera el acto más insignificante del mundo.  El asesinato y las masacres en zonas como el Cauca forman parte de la cotidianidad; ya nadie se inmuta por un muerto más.  Son sociedades que viven en miedo permanente y la gente probablemente se dice a si misma: menos mal no fui yo o alguien de mi familia. Resignados, se encojen de hombros y tratan de llevar una vida normal y mantener un perfil lo suficientemente bajo para no caer en desgracia con el matarife de turno de la zona.  Nadie habla ni denuncia aunque todo se sabe y todos lo saben.  A duras penas se atreven a respirar.  Están tan acostumbrados al miedo, que ya no son conscientes de que lo sienten, aunque parezca contradictorio.

No es claro que hayan sido los chismes los determinantes de su suerte, pero en cualquier caso, cuando las personas tienen algún ascendiente sobre sus comunidades, el manejo prudente del lenguaje debe ser la norma.  Las palabras tienen consecuencias.  Las calumnias, las maledicencias, los chismes sin fundamentos, podrían ser la razón por la cual alguien decidió que era mejor sacar a Karina del medio.  El armamento utilizado en este asesinato da para pensar que no fue asesinada por delincuentes comunes sino por un grupo con capacidad militar y experiencia, y las últimas versiones apuntan a que fue el Cártel de Sinaloa.

En mi columna anterior toqué tangencialmente el tema de las palabras y les pedía a los candidatos y candidatas que fueran responsables y que no formularan acusaciones por obtener un rédito político temporal.  Columna escrita y enviada antes de que Karina fuera asesinada. Hice la advertencia porque es evidente que con el calor del debate político, algunos candidatos están utilizando una retórica irresponsable que puede acarrear consecuencias indeseables producto de un país polarizado e intolerante.

Pero más allá de las responsabilidades personales que pudiera haber en este caso, la imprudencia del estado comienza por permitir elecciones en zonas como el Cauca.  Estas son zonas controladas por grupos al margen de la ley y deberían estar bajo control militar permanente.  No puede haber ejercicio democrático libre en una zona donde el estado no ejerce plena soberanía.  Por otro lado, no se entiende como alguien que es amenazado, que conoce los peligros de la zona y las mafias a que se enfrenta, no opte por la única opción sensata: abandonar la zona. 

En un país donde los asesinatos y masacres son cosa normal, querer inmolarse por una causa -si se tiene estirpe de mártir- es absurdo.  A nadie le importa, y el inmolado del día siguiente hace caer en el olvido el del día anterior y así sucesivamente.  Pero la cosa es peor, la mayoría de la gente en este país no se inmola por ideas sino por ambición.  Que alguien me explique qué hacía pensar a Karina García que ella podía hacer la diferencia en una zona tan problemática y peligrosa donde probablemente no se mueve una hoja de un árbol -¿de coca?- sin el permiso del matarife.  Las autoridades “elegidas” son todas impuestas y el programa de gobierno es el que se le antoje el mandamás.

Esperar que el gobierno proteja eficazmente a los miles de amenazados es locura en grado sumo.  Medio país está amenazado de muerte.  Cuando hay tantos amenazados, no hay ni dinero, ni logística ni nada que pueda hacer una priorización adecuada de riesgos y mucho menos brindar una protección eficaz a cada amenazado.  Si usted es amenazado de muerte en Colombia, haga lo único que tiene lógica hacer: salga del país y pida asilo político en algún lado.  En Colombia los muertos eligen, pero no son elegidos.  La vida es lo único importante.