Y por qué no piensan en ellas

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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



Uno de los tantos reconocimientos que fundaciones dedicadas a apoyar a la mujer hacen de casos sobresalientes en las cuales ellas alcanzan metas destacables, demuestra cómo las estrategias dirigidas a ellas se olvidan de un detalle fundamental: las actividades que las mujeres realizan adicionales a las en que hacen generalmente los hombres, se ignoran por completo.

El resultado es muy claro: gracias a este desconocimiento de todo lo que las mujeres realizan, ellas terminan con jornadas agotadoras, es decir víctimas de pobreza de tiempo. La pregunta es ¿Por qué? Doña María Nohelia es reconocida por su vida de trabajo y dedicación y por ello recibe como premio una beca para su hija de manera que pueda estudiar medicina. Perfecto, pero lo que se toma como normal es que María Nohelia lleva 19 años levantándose a las 3 de la mañana para atender su negocio de desayunos y las necesidades de su familia. A nadie trasnocha la jornada laboral excesiva que ha tenido esta mujer y tampoco nadie se pregunta cuantos hombres en el mundo resisten trabajar el doble de la jornada laboral de 8 horas diarias durante 19 años. De allí nace la inquietud sobre la falta de interés sobre la vida laboral, remunerada y no remunerada, de las mujeres en el mundo.

Para reaccionar frente a esa inquietud basta con una revisión de las estrategias productivas que tanto el Estado como el sector privado diseñan e implementan para las mujeres. Como se verá, este análisis permite identificar donde está el problema, porque esta carga laboral no puede tomarse como normal. La explicación es sencilla: estas políticas productivas dirigidas a las mujeres especialmente pobres se enfocan exclusivamente en actividades económicas que les generan ingreso a estos sectores de la población. Desconocen por consiguiente un elemento común a la gran mayoría de las mujeres: la responsabilidad que asumen en todo lo que tiene que ver con el cuidado de la familia que no solo se refieren a la atención de niños, enfermos y ancianos sino a aquello que constituye el diario vivir de todos los miembros de la familia.

No partir de esta realidad de la vida de las mujeres que ocupan gran parte de su tiempo en este tipo de labores, sin remuneración ni reconocimiento, resulta en una doble carga cuando sus nuevas actividades productivas que les demandan tiempo y dedicación, se suman a las de su rol de cuidadoras. El resultado son jornadas que fácilmente duplican las 8 horas reconocidas por Ley con consecuencias sobre las mujeres sin posibilidad de ocio, y horas normales descanso. Pero también, y esto se subestima, con efectos negativos sobre la productividad de las actividades que se diseñan para supuestamente mejorar su calidad de vida.  

Por fortuna hoy la economía del cuidado definida como aquellas actividades de cuidado que no se reconocen y no se remuneran, pero que pueden realizar terceros, se miden en muchos países de la región. En Colombia la Ley 1413 de 2010 ordenó al DANE estimar su valor así como construir una Cuenta Satélite que mida la contribución de estas labores desarrolladas —fundamentalmente por mujeres— dentro del hogar. Las cifras en Colombia, México y Perú son muy similares: la economía del cuidado represente entre el 19 y el 20% del PIB de cada uno de estos países, mucho más que la mayoría de los sectores productivos tomados individualmente. Probablemente el dato más significativo de estas encuestas llamadas de Uso del Tiempo es que por ejemplo en Colombia el cuidado es realizado en más de un 78% por mujeres. 

No se trata de eliminar los proyectos productivos dirigidos a las mujeres sino de reconocer su doble carga de trabajo y aliviar la del cuidado por medio de estrategias paralelas que permitan asumir parcialmente este último. Por un lado, al realizar otras instancias ese trabajo, el cuidado se convierte en una actividad productiva generando empleo e ingresos a miembros de la comunidad y por el otro, libera tiempo de las mujeres para sus proyectos productivos, mejora su dedicación y por ende la rentabilidad y productividad de estos. 

Por qué eso es tan difícil de entender es la pregunta obvia. Y su respuesta: porque todavía vivimos en un mundo de hombres.



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