Los ‘centros’ en las grandes ciudades del mundo moderno tienden a desaparecer. Es un fenómeno del proceso de urbanización al que no se le ha encontrado una respuesta exacta. Algunos ‘centros’ subsisten por los valores patrimoniales o institucionales que albergan, mientras otros lucen descuidados y caóticos.
Puerto Madero en Buenos Aires (Argentina) es un buen ejemplo de ello. Se requirió una intervención urbanística mayúscula, radical, para transformar un sector abandonado en una monumental y acogedora zona urbana; buscando establecer una relación apropiada entre la ciudad y el Río La Plata, a través del Centro Histórico. Su objetivo era llevar a cabo un proyecto de renovación urbana que requería una gran inversión en apertura de calles, construcción de veredas y alamedas, fuentes y lagos artificiales, camellones, instalación de nuevos servicios, parqueos y redes de drenaje. Así, para Buenos Aires y su actividad económica, Puerto Madero se convirtió en punto de referencia, debido a que numerosas empresas se radicaron aquí y es uno de los sitios más apetecidos por turistas del interior y exterior del país.
Una idea muy similar iluminó a quienes planificaron y acometieron la primera fase de la renovación urbana del Centro Histórico del Distrito Turístico, Cultural e Histórico (DTCH) de Santa Marta (que no fue tan radical como la de Puerto Madero), para que, en primer lugar, el hampa no se apropiara de él y terminara destruyéndolo; preservar lo que quedaba de su patrimonio cultural e histórico, en segundo lugar y consolidar una oferta turística de calidad que impactara la economía local, en tercer lugar. Se hizo, se alcanzaron algunos objetivos y metas del proyecto, pero no se previó su mantenimiento, conservación y sostenibilidad; dejaron en manos del azar las presiones que ejercerían los cambios sociales (factores como el desempleo, la pobreza, la corrupción y las inmigraciones) sobre la naciente estructura urbana.
Como lo analizamos en las dos entregas anteriores, la negligencia oficial se sintió y hoy se viven sus consecuencias: un Centro Histórico invadido por diferentes especímenes sociales y humanos, sensación de inseguridad, podredumbre, desconcierto empresarial y vaticinio de desaparición. La situación provocó la reacción de quienes defienden sus inversiones y obligó a las autoridades y al propio alcalde a responder con acciones de corto plazo, que mejoran y mitigan pero que a la larga no son soluciones definitivas.
Para que no se pierda este impulso y desaparezca el entusiasmo, se requiere insistir y persistir en lograr los objetivos de mediano y largo plazo:
Conformar la organización de los dolientes, autónoma e independiente, que defienda los intereses de quienes con sus ofertas de negocios turísticos lograron que el Centro Histórico, en materia turística y económica, fuera lo que en principio se pensó.
Concesionar o contratar con entidad privada la protección del patrimonio, de su mantenimiento, de su conservación y expansión, del aseo, los servicios públicos y de su seguridad urbana. Diseñar, bajo el marco jurídico existente (LEY 388 DE 1987 y decretos complementarios), el nuevo ordenamiento legal y territorial que regirá para todos, propietarios y usuarios para así determinar los contenidos del reglamento de usos y las normas urbanísticas que orientarán su administración y manejo. Solo tres iniciativas claves que ayudarán a evitar volver al pasado.