Yo también tuve veinte años

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Todavía flotan en el ambiente los vítores de la celebración del vigésimo aniversario de nuestra carta política. Si señor, toda una celebración por lo alto. Hubo torta de cumpleaños, los ex constituyentes salieron a arrebatarse los micrófonos y las cámaras, y los discursos abundaron por doquier.

La conclusión de la mayoría de los expertos y ex constituyentes, es que tenemos una tremenda Carta Magna, moderna como ninguna, llena de derechos para los ciudadanos… los perros, los gatos, las selvas, la biosfera y la estratosfera y hasta para los extraterrestres.

Yo por mi parte, siempre le he tenido bronca a la Constitución del 91.

Para comenzar, en estricta técnica jurídica, eso se parece más a un código que a una Constitución de verdad verdad. Las constituciones solo deben consagrar principios fundamentales, generalmente inmutables, y por tanto deben ser breves. Una buena constitución política debería durar varios siglos.

Cuestiono yo, si como sociedad somos incapaces de cumplir el decálogo de Moisés, fuimos incapaces de cumplir los poquísimos artículos de la Constitución Política de 1886, ahora imagínense lo que va a suceder con esta constitución.

La constitución del 91 es exponencialmente mucho más aspiracional que lo que nunca fue la de 1886. Los colombianos tenemos muchos derechos, pero en papel.

Que fue un gran pacto social, dicen algunos defensores. Carreta, solo sirvió para que se desmovilizaran cuatro individuos de un movimiento guerrillero aniquilado, y cuya mayor peligrosidad social consistía en que se autoinmolaran, los cuatro, con una sobredosis de cafeína en cualquier café bogotano, más no eran una amenaza terrorista seria.

La constitución debe sentar los pilares sobre los cuales debe construirse la sociedad y crear los medios para lograr el bien común de los asociados. Por tanto, es un contrasentido decir que tenemos una verraquera de constitución, cuando de muchas formas ha habido grandes retrocesos en la búsqueda del bien común, desde que está vigente la constitución del 91.

O, ¿es que acaso, no fue en los 90s y principio de la década pasada cuando Colombia se desangró por cuenta de los grupos al margen de la ley y de la delincuencia común organizada? Me pregunto yo, en donde quedó el derecho a la vida, al que supuestamente tenemos derecho. Los muertos aún se cuentan por miles.

O, ¿qué paso con el derecho a la propiedad privada cuando esos mismos grupos ilegales se apropiaron por la fuerza de miles y miles de hectáreas de la mejor tierra en Colombia? Y, ¿que de los millones de desplazados que pasan miseria en las ciudades?

La justicia está desbordada, la impunidad es alarmante, la famosa descentralización administrativa creo unos focos de corrupción que han puesto en jaque al estado y que nadie sabe ni cómo atacar ni cómo controlar. Tenemos una educación que da grima, ¿qué pasó con el derecho a la educación?

Tenemos una tasa de desempleo altísima, subempleo ni se diga; e informalidad empresarial de más del 60%. ¿Dónde quedó el derecho a un trabajo, y a un trabajo digno? El derecho a la salud es un chiste: el sistema está quebrado. Está diseñado para que el paciente se muera, antes de que pueda hacerse cualquier tipo de examen, y en algunos casos, incluso antes de que haya que darle una aspirina.

Otros dicen, que qué gran logro el de la Tutela, conocido como derecho de amparo en otras legislaciones. Sí y no. El derecho de tutela fue diseñado para proteger los derechos más fundamentales o para evitar la ocurrencia de un daño que sería irreparable. Pero se ha abusado tanto de este mecanismo, que se desvirtuó y por tanto perdió su eficacia. De hecho la tutelitis es una de las grandes culpables de la congestión judicial. En Colombia hay que meter tutela hasta para que le saquen a uno una muela.

Como si fuera poco, una gran parte de nuestros compatriotas no tienen agua potable ni electricidad, y ni que decir, que tener vivienda propia en Colombia es todavía un sueño inalcanzable. Pero a los bancos si les va muy bien, gracias.

En últimas, lo realmente relevante no es que tan buena es en papel la constitución del 91. Lo que realmente importa es preguntarse si ha sido el instrumento eficaz que se esperaba para lograr el bien común. Desde mi punto de vista, la respuesta es no.

Creo que los veinte años no eran momento de celebraciones porque hay claros y preocupantes retrocesos sociales que se dieron bajo la batuta de la constitución del 91, y muchos como consecuencia de ella. A mi modo de ver, se sustituyó el necesarísimo momento de reflexión y autocritica, por uno de banal triunfalismo. Bueno, que los 21, sean los de la reflexión por aquello de la mayoría de edad de antes.