Futura embajada colombiana en Etiopía

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



No recordamos cuándo ni en qué circunstancias surgió entre los gobernantes colombianos la idea de nombrar en cargos diplomáticos a funcionarios que previamente se hubiesen capacitado para ejercer labores de tanta responsabilidad como la de representar a nuestra nación ante sus similares en el mundo.

Se los llamó “diplomáticos de carrera”. No sabemos si aún hoy existen con esa denominación. Parece que no se concretó, pues tendríamos ahora en esos cargos a personas que con mayor o menor éxito cumplirían sus encargos en países amigos. Además, no irían a grandes metrópolis, como Milán, a esconderse de la acción de la justicia colombiana. A propósito, ¿dónde estará ahora mismo Pretelt?

     Pecaríamos de ingenuos si no reconociésemos que la vía diplomática ha servido para premiar a políticos con un periodo de descanso en tierras extranjeras, preferiblemente en lugares que poco tienen que ver con Colombia y, por lo tanto, no es necesario rendir al gobierno de turno un informe sobre las actividades realizadas. En muchísimos casos esos “premios” ―verdadera vagancia remunerada— favorecen también a familiares del funcionario; es esta la razón por la cual tantos “delfines” tuvieron una educación excelente en países europeos mientras sus “papis” fungían como embajadores, cónsules, agregados culturales o desempeñaban otros oficios en el ámbito diplomático.

     Estas prácticas no han desaparecido. Por el contrario, a ellas se han agregado otras que dan paso al nombramiento de personajes que, por el solo hecho de acercarse al primer mandatario de turno y congraciarse con sus decisiones, alcanzan inmerecida figuración nacional. Sus nombres suenan y resuenan más que todo por sus actos pintorescos, mal llamados folclóricos, pero nada más. Ya en este punto del presente artículo el lector tendrá en la mente al exsenador Carlos Moreno de Caro, conocido en el medio político por sus salidas insólitas en plenas sesiones del parlamento colombiano. Fue embajador en Sudáfrica en el cuatrienio 2006 – 2010. Y para seguir en la misma tónica, también fue embajador en un lejano país el popular locutor deportivo Édgar Perea.

     Esos “abnegados servidores de la patria” generalmente se dedican a hacer nada. Pero al final de sus extenuantes actividades y de su resignado sacrificio, nos sorprenden con un libro sobre lo que llaman sus “memorias”. En verdad, son años sabáticos que los altos gobernantes brindan a quienes de alguna manera han sido sus áulicos. Conocimos en los comedores de una universidad en París a un muchacho que llevaba seis años “pelechando” a costillas del estado colombiano; es decir, con gastos a cargo de nosotros, los colombianos que pagamos impuestos. En este caso particular nos llamó la atención que tuviera nuestro apellido, pero era del interior del país y tenía familiares en el servicio diplomático.

Estas notas, aparentemente deshilvanadas, las consignamos en esta fecha para destacar que el actual gobierno de Colombia anunció la próxima apertura de embajada en Addis Abeba, capital de Etiopía. En efecto, esa nación africana “está creciendo rápidamente y estableceremos una embajada allí como parte del fortalecimiento de nuestras mutuas relaciones”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores colombiano. Actualmente los asuntos diplomáticos de nuestro país son manejados a través de la embajada de Etiopía en Brasil.

     Etiopía es el estado independiente más antiguo de África y uno de los más antiguos del mundo. Fue llamada Abisinia y es posible que el homo sapiens haya tenido origen en territorio etíope. También se dice que el fundador de este imperio fue Menelik, hijo del rey Salomón y de la reina de Saba. Cuánta información espera al futuro embajador nuestro en Etiopía, si es que acaso logra sacar tiempo de su ‘apretadísima agenda’ diplomática para untarse de cultura universal.