Política y políticos: el mundo al revés

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Según la Constitución Política, aquellos a quienes elegimos mediante el sufragio para ocupar un cargo en el Gobierno deben respondernos a nosotros los electores y es nuestro derecho exigirles, y no al revés, como ellos creen.

El poder como tal reside en el elector y, aún, en quienes ejercen su derecho a no votar; somos los patrones de la empresa llamada Estado, y los mandatarios que nos representan legalmente son nuestros empleados, así suene extraño y duro.

Que lo hayan usurpado en pro de sus intereses y no lo sepamos o no hagamos nada por recuperarlo, es otro asunto. El deber legal del elegido es representar a quien lo escoge y defender sus intereses. Como en cualquier empresa privada.

La participación colectiva en el Gobierno desarrollada por los atenienses fue borrada por el modelo feudal, encarnado en personas con poder económico, religioso y militar que conformaron la "nobleza" y sometieron al resto de la población a la servidumbre y al vasallaje.

En el medio evo tardío, con el desarrollo de los poblados (burgos), aparece la burguesía, habitantes urbanos por fuera del sistema, pues no eran campesinos o clérigos ni poseían tierras; eran artesanos y comerciantes.

Reclamaban derechos y oportunidades que los señores feudales no estaban dispuestos a concederles: esta discrepancia abriría paso, unos siglos después, a la independencia de los Estados Unidos de América y a la Revolución Francesa, que marcaron el regreso de la democracia grecorromana a Occidente.

En la América hispana, las guerras de la independencia señalarían otros caminos de tránsito muy difícil

El modelo feudal español encontró fuerte arraigo en estas feraces tierras, tanto que la expulsión de los peninsulares no vino acompañada de una verdadera democracia: el viejo estilo adoptó las formas de las nacientes repúblicas pero la mente de los antiguos "nobles" seguía, y aún sigue, mirando obcecadamente hacia el pasado feudal en cabeza de sus descendientes, que se organizaron en castas políticas impenetrables y defienden ese insólito modelo a contrapelo de la modernidad.

En Colombia, ese choque de pensamientos opuestos ha sido fermento de muchos de los males actuales. Con honrosas excepciones, los políticos se creen los dueños del Estado, con derecho al saqueo perpetuo de los recursos que obligadamente pone el ciudadano; sus descendientes se arrogan el derecho a la sucesión en los altos cargos y a "esclavizar a sus vasallos".

Para sostenerse en esos puestos y disfrutar de derechos despojados al elector, muchos usan la violencia para intimidar a quien levante una voz de protesta. No es de extrañar entonces que la corrupción sea el modus vivendi del político actual y sus inexplicadas riquezas, un trofeo que ostenta orgulloso.

En medio de sistemas políticos enfrentados queda el inerme ciudadano, que no se identifica con ninguna de esas ideas extremas y menos aún, con sus métodos violentos.

Vienen las elecciones. Cíclicamente, surgen amenazas al elector y su integridad moral o física; reales o imaginarias, lo llevan a escoger forzadamente a quien de hecho no lo representa, con quien no se identifica, y lo más grave, a quien le robará su futuro para entregarlo al mejor postor a cambio de dinero por esa intermediación.

Por algo en nuestro país existen índices inaceptables de inequidad social; pobreza y miseria alarmantes; una excluyente concentración de riquezas; desempleo y educación propias de las más atrasadas regiones; escándalos a diario; justicia implacable para el ladrón por necesidad y remedos de castigo para el bandido de cuello blanco.

El votante tiene en sus manos un arma poderosa que no sabe usar: el tarjetón. Por ello, esos sombríos conciliábulos llamados partidos políticos actúan para garantizar resultados fraudulentos, importándoles una higa la real expresión del ciudadano en las urnas.

Recientes denuncias han llegado a oídos de las autoridades, según las cuales numerosos candidatos tienen antecedentes judiciales; algunos periodistas valerosos señalan extrañas alianzas y apoyos electorales a candidatos "limpios"; el ministro Vargas Lleras anuncia listas de candidatos con inhabilidades, exhortándoles a los partidos unas depuraciones que nunca vendrán.

Pero, poderoso caballero es «Don Dinero». Los directorios políticos, como siempre, voltearán la vista a otra parte; veremos a los cuestionados personajes recibiendo avales y haciéndose elegir fraudulentamente ante los ojos ciegos del Gobierno Central. No hay necesidad de programas de gobierno, qué carajos, ni de gobernar con dignidad, con honestidad y decencia.

Es la ocasión de cambiar el mapa electoral; hay que votar a conciencia y elegir personas ajenas a las corruptelas políticas. Si no ejercemos debidamente nuestro derecho, tampoco habrá razón para quejarnos: seguiremos poniendo nuestro bolsillo al servicio de tan voraces e insaciables personajes para que sigan haciendo de las suyas con nuestros derechos y nuestro dinero. Una vez más elegiremos patrones en vez de empleados: el mundo al revés.