Cuando el vacío se convierte en calamidad

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Cuando las organizaciones humanas, llámense empresas, familias o Estado, corren un gran riesgo cuando su funcionamiento depende exclusivamente del liderazgo personalista y narcisista de una sola persona.

Estos grandes líderes que parecieran ser eternos y llamados a trascender su propia existencia humana, cuando desaparecen abruptamente, generan un vacío de poder y autoridad que pone en grave peligro la subsistencia misma de la organización que lideran.

Este fenómeno es ampliamente conocido y estudiado en las empresas privadas, y es por eso que se propende por hacer y ejecutar un plan de sucesión que conlleve el menor traumatismo posible. Incluso, el líder saliente que es consciente de que la organización no debe depender de él para su evolución y crecimiento sostenido, y por esto se esfuerza por escoger y servirle de mentor al escogido.

Desafortunadamente, en ciertos contextos empresariales, e incluso en ciertos contextos de la esfera estatal, el narcicismo de ciertos líderes no permite que piensen más allá de ellos. En estas situaciones las empresas, e incluso el Estado, se convierten en una extensión de la persona del líder. En el caso de muchos jefes de Estado, no sólo el culto a su persona es responsable de su comportamiento sino que también hay elementos de paranoia y miedo. Esta tóxica mezcla hace, que de manera deliberada impida que a su alrededor haya personas capaces de arrebatarle el liderazgo o retarlo.

Mientras el líder narcisista, ejerza su liderazgo y tenga presencia, las cosas marchan sin problema. La hecatombe se presenta es cuando el líder ya no puede ejercer sus funciones temporal o permanentemente. En estas circunstancias, las organizaciones se ven confrontadas con un vacío de poder, en donde no es claro ni quien ni cómo puede reemplazar al líder ausente. Las organizaciones caen en pánico, desconcierto, caos, y en una peligrosa parálisis, cuando no guerras internas por el poder.

El último caso que ejemplifica los peligros del líder narcisista es Hugo Chávez, ausente de forma intempestiva como consecuencia de una enfermedad. Puede que Chávez salga de esta y regrese a asumir su rol, pero el campanazo de alerta ya fue dado.

Es una gravísima equivocación que Chávez quien pretende lograr en Venezuela una gran transformación social y política, la fundamente sobre su persona. Esto al margen de que se esté de acuerdo o no con su proyecto socialista. El liderazgo tribalista es el beso de la muerte para cualquier proyecto político de la envergadura que pretende Chávez.

Para que el proyecto de Chávez tenga vida más allá de Chávez hay que despersonalizarlo y formar líderes que puedan tomar las banderas cuando él ya no esté más. De hecho ya se le hizo tarde porque hubiera sido bueno, que uno de sus elegidos fuera quien se postulara a las próximas elecciones presidenciales, y no Chávez. Esto probaría que hay revolución sin Chávez.

Muchas veces se ha hecho un paralelo entre Chávez y Uribe, quienes desde dos orillas distintas, en realidad son muy similares en su estilo de liderazgo, siendo Chávez más carismático y Uribe más microgerente que carismático.

Como Uribe afortunadamente ya es historia, su caso nos sirve para ilustrar cómo el estilo narcisístico y personalista dio al traste con el uribismo. Sin Uribe no hay uribismo, es decir, que la persona de Uribe era la que aglutinaba a sectores y actores muchas veces diferentes en un grupo bastante heterogéneo y oportunista.

Contrario a lo que muchos afirman en público, de que la U está vivita y coleando, la verdad es que la ausencia de programas, la ausencia de una coherencia y cohesión ideológica y el excesivo oportunismo político, frustraron lo que hubiera podido ser el nuevo partido político de Colombia, llamado a cambiar la historia política de Colombia y perdurar por los próximos cien años. Por eso se les está cayendo la estantería.

Podría decirse, aunque parezca un contrasentido, que el exceso de liderazgo aparente de Uribe -expresado en su estilo microgerencial- terminó por ser falta de real liderazgo.

Creo que podemos aprender mucho de la lección Chávez y Uribe en lo referente a los liderazgos narcisistas, sobre todo en el contexto político. Si bien en la historia de la humanidad han habido líderes que con su sola persona han sido capaces de cambiar la historia, estos líderes no han sido narcisistas.

Sus luchas han sido luchas altruistas y por unos ideales, y después de su partida, han dejado un legado que los trasciende. Nunca fue sobre ellos, siempre fue para y por los demás.

El líder altruista tiene grandes posibilidades de trascender, en cambio el líder narcisista tiene grandes posibilidades de alcanzar una gloria bastante efímera.