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Orientación lingüística

Columnas de Opinión
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Hola, amigos, les cuento que hace ya tres años, el día del idioma del 2008, conocí a una armerita de nombre Luz Nelly García. Yo prestaba entonces mis servicios a la Universidad Sergio Arboleda y, en el evento que desarrollamos para conmemorar la fecha, ella estuvo como invitada. Es escritora y me presentó su libro "Armero, un luto permanente", obra que solo ahora, le llegó su turno para ser leída.

¡Qué documento! Un testimonio que no les puedo describir, hay que leerlo para sentir (¡vivir!) el sufrimiento de los habitantes y oriundos de Armero ese 13 de noviembre de 1985. Sí, el sufrimiento no fue solo para los habitantes, pues muchos de los que vivían allá no eran armeritas, y otros que sí lo eran vivían fuera, como la citada autora, quien habitaba aquí en Santa Marta. Por otra parte, todos los que conocimos esa desgracia, la sufrimos como propia. Me parece que solo el Presidente de entonces la agradeció, por lo útil que fue para él.

No sé si Luz Nelly aún viva aquí, pues he intentado comunicarme con ella al teléfono celular que me dio hace tres años, pero nunca responde.

Mi intención era felicitarla por la extraordinaria narración testimonial y pedirle autorización para comentar una serie de gazapos que aparecen en ella con el fin de que otros noveles autores no caigan en ellos. Porque se nota que escribió con el corazón, pero no buscó la colaboración de un corrector que le hubiera evitado los múltiples errores, de los cuales solo comento los más graves.

Dice Luz Nelly: "Teníamos la piel reseca, los labios cuarteados, los cabellos desordenados, los rostros pálidos… los zapatos húmedos del lodo. No hablamos entre sí. Pero…" Cualquier buen corrector le hubiera dicho que es un grave error esa forma. Debió decir: "No hablamos entre nosotros…" Pues "sí" es pronombre de tercera persona, no debe usarse para remplazar a la primera.

Más adelante: "Yo no sentía cansancio, ni hambre, ni sed, ni siquiera ganas de ir al baño. Por momentos mi mente quedaba en blanco y cuando volvía en sí, solo era ocupada por…" Otra vez el pronombre "sí" tomado para la primera persona, ahora de singular. Debió ser: "… y cuando volvía en mí…"

En otro aparte: "Todos queríamos ver, tocar, examinar cada cosa y saber que había pasado allí." Se ve claramente que ese "que" utilizado por la autora significa "lo que había pasado" por lo tanto debe ser "qué", con tilde. Igual el "cuantos" de la pregunta: ¿Cuántos más yacerían allí? De la página 75, que ella dejó sin tildar.

Y en la página 87 escribe: "Fui a mover las piernas y me di cuenta que estaba herida". Quienes siguen esta columna, gracias a mi explicación de la semana pasada saben bien que debió ser "… y me di cuenta de que estaba herida." Les recuerdo: uno se da cuenta de algo. Error que repite más adelante cuando escribe: "Al otro día me di cuenta que era la farola de un camión…"

Finalmente, por hoy, pues guardo otros más para la próxima semana, vuelve a tomar el pronombre "sí" para primera persona cuando dice: "… yo estaba enterrado hasta el cuello, quieto, y sonó otro estruendo y me dije para sí: --Ay poder de Dios…" Debo aclarar que en este caso está entregando el testimonio de una víctima entrevistada, pero, como autora, debió corregir, pues no era del caso anotar exactamente como lo dijo el siniestrado a quien ella llama Orminso Naranjo.

Con este comentario lo único que deseo es recomendarles a los escritores noveles (Luz Nelly no lo es, ya tenía experiencia) que antes de publicar busquen buenos correctores para evitar gazapos tan garrafales. Todo por hoy, gracias mil por su atención y hasta el próximo sábado.



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