No entender el momento

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Escrito por:

Jesús Dulce Hernández

Jesús Dulce Hernández

Columna: Anaquel

e-mail: ja.dulce@gmail.com



Creo en el gobierno del Presidente Duque. Creo que tienen todas las capacidades técnicas y académicas para llevar a cabo una buena administración. Pero hay algo que un gobierno no puede perder jamás de vista: la capacidad política de leer el momento en el que vive y, más aún, el pueblo al que lidera.

Parecen contradictorios los mensajes que envía el Ejecutivo cuando se muestra abanderado de ideas novedosas y de vanguardia como la economía naranja, que aún pocos acabamos de entender, y a la vez suceden cosas como el intento fallido de la semana pasada por avanzar en un pacto nacional con partidos como el Liberal, de la U y Cambio Radical.

Aunque todo parece indicar que a Germán Vargas Lleras no le fue tan mal en el encuentro con Duque, otra cosa indica el resultado de las reuniones con Aurelio Iragorri y César Gaviria. De acuerdo con el reportaje publicado por la revista Semana, estos dos últimos le manifestaron al Presidente que no era posible pensar en un pacto nacional en Colombia sin tener en cuenta a la oposición, quienes obtuvieron fuertes resultados en las pasadas elecciones. Es decir, no le jugaron a un nuevo Frente Nacional. Por otra parte, los dos líderes políticos dejaron claro que los acuerdos de Paz estaban por encima de cualquier alianza política que se pensara hacer.

Lo interesante de esto es que, con estas posturas los dos caciques del liberalismo y la U, en quienes muchos ven a la misma clase política anacrónica y a la vez perpetua de nuestro país, están enviando un mensaje al gobierno de turno que va mucho más allá de lecturas técnicas: el Presidente no está sabiendo leer el momento en el que está gobernando. Tanto Gaviria como Iragorri tienen una trayectoria política con mucha más experiencia que la de Duque y muchos de quienes lo acompañan. Ese olfato, que sólo se aprende en la calle, debería servir al mandatario de turno para darse cuenta que el país cambió. Que una gran parte de la gente no le jala más al cuento de la guerra; que las estrategias políticas del uribismo de ultranza quizá fueron útiles en su momento pero no ahora; que muchos colombianos (incluyendo a las Farc) no quieren seguir gastándose la vida en un conflicto sin sentido y que la oportunidad de hacer la Paz, así sea a medias, sirve más que volver a tener a los guerrilleros alzando la voz de los fusiles.

Álvaro Tirado, uno de nuestros grandes historiadores, ha dicho que este es un país que estaba acostumbrado al “unanimismo” desde el Frente Nacional. Y es cierto. Durante décadas, el país sólo conoció voces bipartidistas y una sola fe. Fuimos el país donde la única diferencia era que los liberales iban a misa de cinco y los conservadores a la de ocho. Durante décadas desconocimos nuestras diferencias y, gracias a la guerra, nos acostumbramos a asociar a los movimientos de izquierda únicamente como unas fuerzas violentas que no conducían a nada bueno. Colombia apenas hasta ahora está estrenando el verdadero sentido de la democracia. Por eso parece que el que haya voces disidentes nos perturba, nos enfurece y nos confronta con nosotros mismos. No podemos cometer el mismo error. La Colombia de hoy es distinta. La izquierda hoy tiene voz de verdad y la gente la está escuchando. Si un mandatario es inteligente no puede padecer de sordera ante esa realidad. Por el contrario debe aprender a convivir con ella e incluso a encontrarle la parte valiosa de su discurso.

El Presidente Duque tiene la oportunidad de dejar un país con unas mejores bases para la Paz y no es precisamente modificando los acuerdos sino dando mayores garantías mediante normas que lo desarrollen. No obstante, a veces preocupa la falta de sintonía entre el primer mandatario y la realidad social del país. La página está en blanco presidente. Escríbala. A veces la palabra tiene más fuerza que en el puño.



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