Los niños de la guerra

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los números por su naturaleza fría y neutral, pocas veces pueden mostrarnos realidades aterradoramente humanas, sin embargo, la cifra dada a conocer recientemente de que en Colombia hay once mil niños y adolescentes en las filas de las FARC, el ELN y los paramilitares -de mayor a menor infractor- es espeluznante.

Es aun más aterrador, que esto sucede frente a las narices de todos nosotros sin que siquiera nos percatemos de esta realidad. La pregunta que yo me hago desde que me enteré de esta situación es ¿Por qué estos grupos al margen de la ley reclutan forzadamente menores? La otra pregunta que surge es ¿Por qué callan las ONGs y aquellos gobiernos que de manera abierta o soterrada brindan apoyo a algunos de estos grupos?

No tengo respuesta ni hipótesis para la segunda pregunta, pero si quiero intentar aproximarme a la primera y explorar las posibles motivaciones de los grupos delincuenciales.

Una de las motivaciones más relevantes podría ser el distinto tratamiento que reciben adultos y menores en nuestro sistema jurídico. La benignidad de trato de nuestro derecho penal frente a los actos criminales de menores, es conocida y por esto los grupos en mención reclutan menores. La inimputabilidad se ha convertido en un Talón de Aquiles para el accionar del estado. Esto no es nuevo, y en los días del terror de finales de los ochenta y principios de los noventa se utilizaban ya niños para que cometieran algunos de los hechos más execrables.

La segunda motivación podría ser que las condiciones síquicas y físicas de los niños los hacen muy vulnerables al reclutamiento forzado. En el caso específico de los terroristas de izquierda, ellos saben que ningún adulto en su sano juicio optaría por la vía de las armas, así que es más fácil y conveniente reclutar niños.

Por otra parte, el reclutamiento de niños ofrece muchas ventajas. Una de gran alcance es que es muy fácil deformarlos sicológica e ideológicamente. La deformación sicológica se obtiene con métodos de abusos físicos, que incluyen la violencia en todas sus formas y hasta el acceso carnal violento. El miedo termina por quebrantarles la voluntad. Y si a esto aunamos el "adoctrinamiento", podremos entender porqué en Colombia se ha deshumanizado el conflicto y ha alcanzado un nivel de barbarie bastante preocupante.

En algún programa de televisión, veía el testimonio de una niña que había sido reclutada por la guerrilla a los ocho años, y que a los diez se convirtió en una de las amantes del jefe del grupo, quien en un acto de gran generosidad le dio dos opciones para escoger una: o se convertía en su amante, o se iba a combatir. ¿Qué clase de degenerado es capaz de plantearle estás "opciones" a una niña de diez años? Dios nos libre de que alimañas de esta clase lleguen a ser algún día alternativa de poder.

Del lado de nuestro glorioso ejercito, creo que para muchos soldados es muy duro saber que está peleando con niños y niñas, y muchas veces verlos morir y desangrarse en el campo de batalla. Ver morir a un niño, aunque sea un enemigo, debe causar un dolor inmenso a su victimario.

Imagino yo, que cuando uno de estos niños está a punto de morir destrozado por las balas, por más que no quiera, deja de ser un cruel asesino para recobrar su inocencia y sus miedos infantiles y probablemente lo único que anhela en esos últimos momentos es el amor de su madre, que lo tranquilice y le diga que todo está bien y que no fue más que una pesadilla. ¿Cuándo cesará esta horrible noche?

Ni que decir que el día que cese la violencia, porque ese día llegará, resocializar a aquellos que fueron reclutados siendo menores, va a ser un proceso complicado y traumático.

No podremos devolverles su infancia robada injustamente ni podremos borrar de su memoria los horrores padecidos en las filas de sus secuestradores, pero con toda seguridad intentaremos ayudarlos a perdonar y a sanar esas heridas profundísimas que los hicieron querer destruir todo aquello que encontraban en su paso.

Un solo niño es ya demasiado, y tenemos once mil de ellos. Queda abierto el interrogante sobre qué podemos hacer los colombianos para mantener a nuestros niños y adolescentes al margen de la violencia.

Presencia de estado es solo parte de la respuesta, la otra parte descansa en la estructura familiar. Meditemos sobre el asunto.

Padres, los invito para que esta noche, y todas las noches, cuando le den el beso de buenas noches a sus hijos, abrácenlos y díganles lo mucho que los quieren. Hay once mil niños en Colombia, que esta noche no tendrán esa suerte.