Cordura y patriotismo

Columnas de Opinión
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Virtudes que deben aflorar en la conciencia de los colombianos.
De todos, sin excepción. Necesidad fundamental que nace de verdad irrefragable: Colombia pasa por un periodo crítico. No es menester bagaje de erudición superior para arribar a esa preocupante convicción. Basta otear el entorno circundante para percibir esa realidad.

La semántica del Derecho Probatorio emplea la sentencia: “Los hechos son tozudos”. Significa ello, en hermenéutica llana, que se evidencian por si solos y no demandan ejercicio dialéctico de constatación.

La tozudez fáctica muestra que el Estado Social de Derecho acogido en la Carta Política ha caído en situación de incuestionable deterioro institucional. Sí. El andamiaje de las instituciones se viene derrumbando a pedazos en proceso continuo y acelerado en el tiempo. Fenómeno calamitoso per se. Las instituciones son el resultado de elaboraciones brotadas de la inteligencia y de la voluntad popular, cargadas de elementos axiológicos y teleológicos para construir sociedad civil en cuyo seno pueda discurrir la vida de los asociados en ambiente de moralidad, armonía, libertad, orden, justicia, salubridad, bienestar, prosperidad y paz.

La concreción de ese ideal, dentro de un esquema ortodoxo democrático, se le asigna al Estado. Este, por mandato del pueblo –titular de la soberanía- lo desarrolla operativamente a través de las tres ramas del poder público concebidas por Aristóteles, predicadas por Montesquieu, denominadas: Legislativa, Ejecutiva y Judicial. Tal es el trípode axial encargado de ejercer las funciones generales del Estado. Si cada una de esas ramas del poder público cumple a cabalidad sus deberes la sociedad civil estará amparada en sus derechos, garantías y prerrogativas. Habrá convivencia en equilibrio, orden y sosiego. Por consiguiente, bienestar y prosperidad.

Si, por el contrario, las mentadas ramificaciones de la estructura estatal fallan en el desempeño de su misión funcional, surge, inexorablemente, la catástrofe institucional, con sus perversas secuelas: ineficiencia, ineficacia, inoperancia. Un Estado defenestrado, zambullido en la desinstitucionalización, madre de la anarquía: el peor de los males que puede sufrir una asociación de seres humanos. Dolorosamente, estamos ad portas de ese vórtice. No podemos seguir obnubilados. Descorramos el velo que oculta el peligro que asecha a la Patria. Ciertamente hay vientos huracanados externos que lo estimulan; no obstante, los factores endógenos son mayores. El país está en crisis.

El escepticismo permeó la credibilidad colectiva. El Congreso de la República, el Ejecutivo, el aparato judicial, los órganos de control, la fuerza pública, los partidos políticos cayeron en descomunal desprestigio. El sistema educativo oficial, valorado por indicadores orbitales, arroja resultado deplorable. La salud pública ostensiblemente insuficiente y al borde del colapso. Los cultivos de coca crecen exponencialmente. Más “ollas” de micro tráfico. Incremento del consumo interno de substancias alucinógenas y el control es inane. Aumenta la inseguridad: los atracos, robos y homicidios llegan a índices elevadísimos.

Las autoridades policivas –en plena operatividad- no pueden detener la criminalidad desbordada que transita en el lomo de la incertidumbre jurídica con la consiguiente alarma ciudadana. La impunidad anidada en la paquidermia judicial. El hampa suelta o infiltrada en elevados estrados. Vetusto es el dicho: “la justicia cojea, pero llega”. Ahora, sigue cojeando, llega poco, y tan tarde, que hace nugatoria la protección del bien jurídico. Continuamos de “Escándalo en Escándalo”.

Es inverosímil que doce meses después de la captura de un indiciado la jurisdicción especial no haya podido establecer la fecha de la comisión del punible. Los conatos de reforma a la justicia se frustran sucesivamente, unas veces en el Congreso Nacional, otras en los salones de la Corte Constitucional.

La gobernabilidad se volvió precaria y los proyectos de leyes están a merced de la ambición de “sórdidas gavillas” parlamentarias cargadas de odio o huérfanas de poder y ávidas de granjerías, burocracia, contratos: de “mermelada para las tostadas”. Desde el borde del abismo se puede medir la profundidad de la sima.

Es hora de reflexionar. Recordemos que la política es el arte del buen gobierno. (Aristóteles). “La Patria por encima de los partidos”. (Benjamín Herrera). “Le sirve mejor a su partido, el que mejor le sirve a su país”. (Mariano Ospina Pérez.) Se requiere probidad, cordura y patriotismo.