El pasado miércoles 3 de abril, la Convergencia Democrática del Magdalena anunció la realización de un Paro Cívico el viernes 5 de seis a seis.
“Paro Cívico” son palabras mayores. Tengo entendido que la ciudad se paraliza, que el comercio formal por temor a los amotinamientos o en solidaridad con los convocantes ese día no abre sus puertas, los empresarios particulares hacen lo mismo, las universidades y los centros de educación media y primaria decretan vacaciones forzosas, el transporte público no circula, los partidos, sindicatos y organizaciones sociales se pronuncian y se vinculan de una u otra forma, la ciudadanía se repliega por seguridad o físico pánico y un ambiente de tensión invade el territorio que se somete a una acción de tal naturaleza.
Pero el viernes se terminó sin que nada de lo previsto ocurriese. El “Paro Cívico” quedó reducido a un par de pequeños bloqueos, unos pasacalles y unas pancartas reivindicando a Martínez preso y a Carlos Caicedo inhabilitado por 11 años. Pudo ser, como dicen los organizadores del Paro, que “la reacción oportuna de las fuerzas represivas del Estado impidiera la movilización masiva del pueblo ansioso de brindar un incondicional respaldo a su líderes” o que la Convergencia Democrática y Fuerza Ciudadana nunca pensaron en una decisión radical del Presidente y no se prepararon o que el respaldo que dicen tener es espurio y se mueve solo con prebendas.
Para mí que las tres razones provenientes de uno u otro bando son válidas. La experiencia de La Minga del Cauca nos muestra a un Presidente que no está dispuesto a negociar bajo presión, que prefiere “cortar por lo delgado” de una usando la fuerza como medicina preventiva. Esta política del gobierno no la olieron Convergencia y Fuerza Ciudadana y se confiaron en la capacidad que les otorga el poder del Estado a los alcaldes, sin saber que estaban a punto de perder, con el encargo, el mandato que le habían entregado los ciudadanos y, dice el refrán, “…a rey muerto, rey puesto…” y, la gente que pelecha y los acompañaba en las audiencias citadas por los jueces, comenzó a hacerse la ciega, sorda y coja.
El “Paro Cívico” podría ser el principio del fin de un sector político que gobierna a Santa Marta desde hace dos periodos. De un sector político que todo el tiempo se soportó en el caudillismo mesiánico de su máximo dirigente. Que está cuestionado e investigado por corrupción. Que reunió a los demás sectores políticos con presencia o sin ella en el Magdalena y Santa Marta en su contra. Que agotó su discurso en diatribas contra “la clase política y las castas familiares” que nunca hicieron nada por la ciudad y el departamento.
No me atrevo ni siquiera a pensar quienes sustituirán a estas fuerzas políticas en el gobierno local. Se alzaran múltiples opciones. Ojalá. Para darle un refresco a la democracia y a la vida social y política de la ciudad. En Barranquilla fueron 15 años del cura Bernardo Hoyos, calificados como “años de atraso”. Contamos con suerte ya que en nuestro caso apenas estamos cerca de completar los ocho.