¿Prohibicionismo o anarquía en internet?

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Entendiendo que muchas acciones gubernamentales y sus buscadas consecuencias son tenidas como benéficas, es claro que hay una marcada tendencia de muchos gobiernos a restringir libertades, llegando incluso a irrumpir en la intimidad de las personas.

Y no se trata solamente de regímenes totalitarios: países que posan de respetuosos de los derechos y las libertades han caído en esa peligrosa propensión. Muy pocas naciones se salvan de tan perniciosa agresión al individuo y a las sociedades.

El prohibicionismo parte de razones religiosas y sociales, y es tarea que pretenden arrogarse quienes posan de pertenecer a grupos diferentes, cuando no "superiores", según su entender.

Sus motores son el puritanismo, la hipocresía social y la corruptela política, que se contraponen al peligroso anarquismo, el cual no se puede confundir con el necesario derecho a la libre determinación y a las libertades individuales y sociales: éstas, a su vez, tienen sus límites en los derechos y libertades de los demás. Este fino equilibrio entre las ineludibles libertades y los obligatorios condicionantes sociales es trasgredido en tanto una de las dos partes de la ecuación pesa más que la otra.

Tómese como ejemplo la Ley Seca en los Estados Unidos, promulgada y promovida hace casi un siglo por sectores ultraconservadores norteamericanos. Se satanizó al alcohol como fuente de todos los males de la sociedad, en tanto que prohibirlo resolvería todos los problemas.

La historia demostró cuan equivocados estaban estos bienintencionados personajes: las presiones de las asociaciones de templanza apoyadas por las iglesias protestantes, de claro ancestro puritano inglés, y la promulgación de una ley nacional para buscar la erradicación del alcohol, promovieron un mayor consumo y la aparición de tenebrosos gánsteres que se lucraron de su fabricación, el contrabando y de los bares clandestinos. Roosevelt, inteligentemente, derogó tan absurda norma, para desazón del puritanismo y beneficio de la sociedad.

La "guerra contra las drogas", declarada por Nixon hace 40 años, ha tenido desarrollos y resultados similares a los de la Ley Seca. El consumo se ha incrementado, las organizaciones criminales se lucran como nunca antes, los políticos caen rendidos ante su dinero, y la sociedad sufre las consecuencias de una política que hoy se percibe como equivocada.

La dependencia de sustancias psicoactivas es un problema de salud pública y no un crimen; debe tener un enfoque sanitario orientado hacia la educación y la prevención, así como terapéutico y rehabilitatorio. Cosa bien distinta es la producción y comercialización de estas sustancias, que debe ser objeto de persecución policial y judicial.

En todo prohibicionista hay un fin loable, altruista y benéfico y el sueño de una sociedad "ideal" de acuerdo con sus ideologías, en las que no caben disensos. Con su filosofía "superior", el temor hacia las libertades y la creencia de que ellos son los elegidos para dirigir poblaciones incapaces de manejarse por sí mismas, pretenden prohibir cada cosa que a sus ojos sea perniciosa.

Hace muy poco, en Bogotá se amplió la prohibición de venta de licor; en cada jornada electoral se prohíbe su consumo con los desuetos criterios de lejanas épocas; se prohíbe el porte de armas y el consumo de drogas; el derecho a la protesta; llevar cortaúñas y jarabes para la tos en los aviones; poseer más de ciertas sumas de dinero en efectivo para viajar al exterior.

Con reglas no escritas, es prohibido ser negro, judío o palestino, argentino o colombiano, ser Lgtb, ser pobre, oír tu música, vestir a tu parecer; creer en lo que te convence o no creer en nada; opinar según tus credos o pensar libremente.

Con leyes, están prohibidas muchas cosas sin evidencia científica y sobre la base de mentiras: las prohibiciones, dicen algunos, causa más daños de los que se pretenden evitar. Desde luego, hay prohibiciones que resultan benéficas; otras son de dudosa ayuda, algunas son absurdas, muchas francamente ridículas y, las más de las veces, perfectamente dañinas.

La próxima prohibición es el libre uso del Internet, con el altruista propósito de defender en la red los derechos de autor y la propiedad intelectual.

La llamada "ley Lleras" ha generado polémicas encendidas, pues hay quienes ven en ella una manera de vigilar a todos los ciudadanos a través del control de descargas de contenidos.

La red de hackers Anonymous afirma que con el control de descargas e intercambios se comprometería la libertad en internet y anuncia ataques informáticos.

La piratería, claro está, es un delito grave que merece combatirse.

Las prohibiciones disfrazadas de control son, por otra parte, serias intervenciones en la vida de las personas.

De cualquier modo, la sociedad termina convirtiéndose en el fiambre del sándwich, entre los prohibicionistas que todo lo quieren controlar y los anarquistas, que pretenden el libertinaje absoluto, como pregonaba aquel grafiti de mayo del 68: "Prohibido prohibir".

La mayoría de la sociedad defiende una libertad justa y respetuosa, sin libertinajes incoherentes y sin injerencias prohibicionistas.



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