Los 100 de La Bauhaus

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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Con la esperanza de que en las “escuelas de arquitectura”

-como las llamaba el arquitecto cubano Manuel Carrerá- se continúe promulgando y difundiendo las enseñanzas de La Bauhaus, para que por lo menos los arquitectos de hoy y los que vienen en cola tengan a la mano un espejo en el que puedan verse y un punto de referencia que les permita compararse y comparar sus elaboraciones teóricas y sus realizaciones técnicas o “artísticas” con las de los maestros que hicieron posible la creación hace cien años de una nueva forma de estudiar y aprender el arte, tomando como base la transformación de la sociedad burguesa de la época, de acuerdo con el pensamiento socialista de su fundador Walter Gropius.

El surgimiento de La Bauhaus coincide con un momento de crisis del pensamiento moderno y racionalidad técnica en Europa, particularmente en Alemania. Muchos factores de carácter político, social, educativo y artístico confluyeron en su  desarrollo económico durante las dos primeras décadas del Siglo XX, cuya especificidad estuvo dada por las vanguardias artísticas, referidas a personas u obras experimentales o innovadoras, de comienzo de siglo. La Bauhaus no se marginó de los procesos políticos, mantuvo siempre en alto su criticidad y compromiso de izquierda que le valieron para ganar la reputación de entidad subversiva.

En Arquitectura, atendiendo el principio “la forma sigue a la función”, el edificio de La Bauhaus de Dessau es el más emblemático y la “Ciudad Blanca” de Tel Aviv (centro de la economía global israelí) declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y, sus 4.000 edificios es el mejor ejemplo vivo que este movimiento logró construir en los años 30 con arquitectos rusos y alemanes que huían del régimen nazi. Nada pudo detener su expansión, ni la política ni las fuerzas del Führer pudieron acallar el grito de su creador: “Arquitectos, pintores, escultores debemos regresar al trabajo manual. Establezcamos por lo tanto una nueva cofradía de artesanos, libres de esa arrogancia que divide a las clases sociales y que busca elegir una barrera infranqueable entre los artesanos y los artistas”.

Ana María Álvarez en El Tiempo también se ocupa del tema diciendo que La Bauhaus “…era la visión de un ejército de expertos que debían dar solución a los problemas cambiantes que emergían de los retos económicos y de las condiciones de una modernidad utópica (…) esta escuela debía combinar arquitectura, escultura y pintura en una sola forma -como la obra de arte total- para el hombre nuevo de la nueva sociedad (…) los cambios de ciudad coincidieron con los cambios de las formas de La Bauhaus: de lo artesanal a la producción en serie y a la arquitectura moderna”, aunque en el fondo se trataba de experimentar con nuevos lenguajes de estilos artesanales tradicionales para reproducirlos mediante procesos de última generación.

Su potencia le permitió acoger diversas corrientes creativas, contrapuestas, e innumerables cambios de énfasis. Atrajo estudiantes y profesores brillantes, hasta que la represión nazi produjo un “éxodo creativo” que se fue apagando porque las nuevas generaciones de arquitectos, artistas y artesanos dejaron de mirar atrás, buscando rescatar los valores de esta escuela, para revolucionar las formas de hacer y de crear. Los artistas perdieron su capacidad vanguardista, los arquitectos prefirieron sacrificar la amplitud infinita de la estética de las formas por la estrechez del valor del suelo urbano y los artesanos se quedaron repitiendo una y otra vez los mismos moldes que heredaron de sus antepasados. Cien años que no fueron en vano de un reto el arte frente a la política.



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