Cuando se pierde la vergüenza

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El mundo político estadounidense fue sacudido la semana pasada cuando se dio a conocer que el gobernador demócrata de Virginia en su libro de graduación de la escuela de medicina, aparecía con la cara pintada de negro y a su lado una persona con el atuendo que identifica al KKK. No bien se había generado el escándalo cuando otras figuras prominentes del mismo partido y en el mismo estado fueron involucradas en otros escándalos.

El tema es tan grave que muchas voces exigen la renuncia de los implicados, no solo por lo hecho sino porque el impacto de este escándalo coloca en entredicho la habilidad del partido demócrata de ser un contendor serio en 2020. Ni que decir, que quedó al descubierto una enorme hipocresía por parte del partido que dice estar de parte de las minorías. Valga mencionar que lo del gobernador sucedió hace muchos años.

Otro hecho que todavía resuena en Washington, fue la tortuosa aprobación de la nominación de Kavanaugh como juez de la Corte Suprema de Justicia. Un supuesto asalto sexual cuando era un adolescente casi da al traste con sus aspiraciones.

Casos parecidos a estos se dan con frecuencia en el mundo desarrollado, ya que al servidor público se le exige que tenga una hoja de vida impecable y que esté libre de toda sospecha. No puede ser de otra manera, ya que los servidores públicos son depositarios de la fe pública. La idoneidad ética y moral del funcionario le da credibilidad a las instituciones a las que pertenecen. De igual manera, un funcionario que no esté a la altura de estos estándares le hace daño a la institución y erosiona la fe pública en esta.

En contraposición a lo expresado, el lunes 4 de febrero el señor Caicedo, quien tiene en su haber casi medio centenar de procesos de todo tipo, uno de ellos por homicidio, tuvo la desfachatez de anunciar su candidatura a la gobernación del Magdalena. Ignorando el absurdo argumento de la persecución política, el señor Caicedo está amparado por la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario. Sin embargo, hasta que todos estos procesos sean resueltos favorablemente, el señor Caicedo debería abstenerse de postular su nombre a cargos de elección popular. Esto se llama decencia y ética. Si la inhabilidad legal no existe para personas que están en la situación de Caicedo, debería existir. Le hacen daño a la democracia y a las instituciones que lleguen a cargos de elección popular, personas sobre las cuales hay temas judiciales y disciplinarios no aclarados.

Es ofensiva la actitud desafiante de Caicedo, quien durante el anuncio dijo que se postulaba precisamente para hacerle pistola a las instituciones, nuevamente alegando persecución política de los de antes. Que yo recuerde, el Magdalena jamás en toda su historia política ha tenido candidato a corporación alguna a una persona con tantos procesos en marcha. El Magdalena merece respeto, y merecemos candidatos que no estén siendo cuestionados o que tengan temas pendientes con la justicia.

Claro que no sorprende la actitud desafiante porque el que antes alzaba las armas para rebelarse contra el estado, hoy usa y abusa de la debilidad institucional para hacer lo mismo. El objetivo no ha cambiado.

No se entiende que en el movimiento de Caicedo no haya otras personas, sin problemas, que postulen sus nombres en representación del movimiento. La única explicación posible es el servilismo tonto de sus seguidores que rinden culto ciego a un ego sobredimensionado.

Sería bueno que las autoridades miraran detenidamente el caso Caicedo porque la lógica, los principios éticos y todo indica que una persona en la situación de Caicedo debería estar inhabilitada. Y si no lo está, el constituyente primario, el pueblo, debe exigir respeto en las urnas y castigar a quien desprecia y menoscaba la democracia.