Legarda, otra víctima de la inseguridad

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com


Mientras la justicia en nuestro país camina a paso de paquidermos, la inseguridad y la injusticia marchan de manera acelerada, sin que se encuentre un mecanismo que pueda frenar sus impulsos.

En el día de ayer, el país, la industria musical y el entretenimiento en el territorio nacional, amanecieron de luto por el lamentable fallecimiento del cantante Legarda, un joven que en su corta vida sólo supo administrar canciones, comercializar alegría, ganar aplausos y facturar sonrisa. Hoy la piedad agradecida se conjura en los colosos de la música que con tristeza y profundo dolor se desbordan en lamentaciones.

La mafia callejera por atacar a un ciudadano se encontró con un vigilante de seguridad quien por defenderse hizo uso de su arma, los delincuentes contestaron de igual manera y una bala delincuencial acabó enlutando la tranquilidad musical  colombiana.

Después de haber cantado y alegrado al país con sus poemas entonados en melodía, por el día de ayer se ausentó del país, en un silencio profundo, sin que nuestra nación pudiera sentir en un postrer abrazo el noble palpitar de su corazón, sin que su voz joven que produjo tantas veces el voluble corcel de la fortuna nos pudiera trasmitir el último latido de su vida.

La autoridad sigue impotente ante los ataques callejeros, ante el robo, la vida hoy puede tener el precio de un simple celular, lo que indica que la vida cada día se devalúa más, y de pronto con mayor aceleración que nuestro peso colombiano, sin embargo, su protección se hace cada vez más infecunda. 

La inseguridad ha logrado que los colombianos despidamos a un joven que lució su vida con aire soberano por dondequiera, a un joven que sólo sembró para el país gentil nobleza, gestos perdurables, aromas de recuerdo inolvidables y muchas esperanzas maravillosas.

Es penoso sepultar a grandes jóvenes como lo fue este cantante que aparte de amar el arte, fue un gran colombiano, fue el ejemplo de una juventud sana, un joven que agrandó con sus cantos al país, fue un colombiano enorme, un americano gloriosísimo, un hombre verdaderamente que se perfilaba como un colombiano universal y un paisa lleno de espíritu. Es ciertamente deplorable que aquella suma de energía moral, que aquel prestigio evidente, que aquella autoridad llena de canciones, que papado del espíritu que emana de ciertos jóvenes no se trasmita a nadie, ni perdure después de ellos, ni descienda sobre alguien cual una a modo de investidura de la inteligencia y de la habilidad musical. Dijo una vez un filósofo griego, el cual se me escapa el nombre que “lo mejor para el hombre, era no haber nacido, y en este caso no morir joven.”

En estos renglones quiero de manera muy sensata enviarles mis condolencias a integridad de su familia  a quien les sembró una cadena efímera de victorias  y a su novia Luisa Fernanda W. quien deplorando su muerte manifestó: que había fallecido el amor de su vida y su ángel. Paz en su tumba.