CD: el odio en la política

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Cecilia Lopez Montaño

Cecilia Lopez Montaño

Columnista Invitada

e-mail: cecilia@cecilialopez.com



El odio es uno de los sentimientos más dañinos en las relaciones humanas, porque borra de manera contundente la objetividad que se necesita para entender como interactuamos con las personas que nos rodean.
Si este sentimiento de manera general es grave, el odio en la política es absolutamente destructivo, porque elimina cualquier posibilidad de que se encuentren salidas racionales a las diferencias propias de toda sociedad. Es decir, se elimina la esencia misma del objetivo de la política que es encontrar soluciones pacíficas a las contradicciones que existen en cualquier comunidad.

En los pocos meses de gobierno y a pesar de la cara amable y conciliadora que trata de vender el presidente Duque, existe un sinnúmero de ejemplos de que el sentimiento que más caracteriza al Centro Democrático, partido que está en el poder, es precisamente el odio. Para demostrar esta terrible realidad basta con empezar con el último episodio protagonizado nada menos que por la directora nacional de este partido, Nubia Stella Martínez. Ya el país conoce todos los detalles de esos trinos increíbles que salieron de su cuenta de Twitter, atacando y calumniando a la periodista Vicky Dávila, asociándola con el peor enemigo de ese partido, Gustavo Petro, e incluyendo nada menos afirmaciones sobre la compra literal de sus opiniones en su programa de radio en la W.

Independientemente de las explicaciones de la señora Martinez, lo que es innegable es la patente de corso que tiene el odio y su ejercicio por parte de quienes están vinculados a ese partido político. Ningún subalterno por suicida que sea, se atrevería a tener expresiones públicas de ese calibre en contra de quienes se consideran sus enemigos políticos, si no supiera que ese sentimiento es absolutamente aceptado por sus jefes. Por ello, ninguna disculpa de la directora del Centro Democrático le quitará el pecado que cometió ese partido al expresar con grosería, además, su odio hacia quien está en la orilla opuesta de ese partido, además calumniando a la reconocida periodista.

Por si queda alguna duda, basta con revivir el episodio del director de RTVC—quien renunció recientemente— por no volver sobre otros fracasos en los nombramientos del gobierno Duque. Esos nombramientos dejan en evidencia no solo su incapacidad en algunos casos, sino ese odio expresado contra ideas y personas que se les oponen. Cero tolerancias a las diferencias y reacciones demasiado violentas y agresivas, además de falsas en muchas ocasiones, contra personas que se apartan de una estricta regla de subordinación, es lo que hoy vemos por parte de este partido.

Odio genera odio señor presidente Duque y señor ex presidente Uribe y esta realidad no la pueden ignorar por su propio bien, y sobre todo por la necesaria convivencia pacífica en este país tan acostumbrado a la violencia. Los miembros del Centro Democrático, grandes jefes y subalternos, siguen dándole a la sociedad colombiana ejemplos claros de que predomina en esa agrupación política la intolerancia, las reacciones venenosas sin pruebas contra los que consideran sus enemigos. Si esto no cambia, terminarán rodeados exclusivamente de lacayos, lo que impedirá la mínima autocrítica que toda agremiación requiere para sobrevivir.

Existen muchos más ejemplos de ese tipo de sentimientos negativos en un proceso complejo de borrar decisiones tomadas por gobiernos anteriores, de descalificar de manera atrevida todo lo que no se ajusta a lo que el Centro Democrático considera como su verdad.

No es esto lo que Colombia necesita en momentos donde la realidad que vive esta sociedad está llena de retos frente a situaciones no resueltas. En estos momentos cuando la violencia sigue primando, por ejemplo, con el asesinato de líderes sociales; cuando la economía sin estar en crisis, está lejos de los niveles deseables para resolver problemas históricos como la desigualdad, la injusticia, las brechas no resueltas como la que existe entre el campo y la ciudad, no es con odio como se empezarán a resolver estos y muchos otros problemas que tiene Colombia.

Que el gobierno del Centro Democrático no pase a la historia como el ejemplo más claro del daño que el odio le hace al ejercicio no solo de la política sino del máximo poder en el país.


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