¿Vale la pena?

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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Frecuentemente, uno se tropieza en la vida con personas que son capaces de cualquier cosa con tal de alcanzar la notoriedad, la fama, el poder, o todos los anteriores.

Es bien conocido el caso de Eróstrato, quien fue capaz de incendiar una de las siete maravillas del mundo, el templo de Artemisa en Éfeso, sólo por lograr la fama. La pena fue que su nombre no fuera pronunciado nunca jamás, sin embargo, ha llegado hasta nuestros oídos. En la sicología, este fenómeno se conoce como el complejo de Eróstrato.

En Colombia, es muy común ver como personas le venden su alma al diablo con tal de tener sus quince minutos de fama. Cuando pienso en muchos amigos de mi generación, e incluso de la generación que me precedió, encuentro historias que dan ganas de llorar. Muchos, seducidos por la riqueza fácil que ofrecía el narcotráfico, renunciaron a la posibilidad de ser personas útiles a la sociedad y se convirtieron en simples delincuentes.

Otros, se dedicaron a desfalcar el erario público, politiquería, y actividades similares. Como quien dice, a raíz de una decisión equivocada, tomaron el camino del mal.

Triste ha sido constatar, cómo con el transcurrir de los años, la vida de estas personas se convirtió, o se ha convertido, en un calvario. Algunos buenos amigos, simplemente tomaron la salida fácil, y acabaron con sus vidas. Otros, fueron asesinados cruelmente por asuntos relacionados con su negocio, otros fueron extraditados, y algunos, todavía no terminan de salir de la cárcel y viven un verdadero infierno.

Si uno amplía la mirada a nivel nacional, encontramos muchos ejemplos y baste mencionar sólo algunos, tales como Pablo Escobar, los primos Nule, los hermanos Moreno Rojas y el otrora presidente de Saludcoop, Palacino.

La tragedia de estas personas, no se limita a ellos sino que involucra a sus seres más amados. Hay viudas e hijos huérfanos, situaciones económicas difíciles, estigma social e hijos que crecieron sin su padre extraditado. Vidas y familias destruidas sólo por el afán de los quince minutos de fama y poder.

Los jóvenes de hoy, deben preguntarse si realmente esos minutos de fama valen la pena. Les recomiendo que cuando miren la película de la vida de estos personajes, la miren completa y que no se limiten sólo a los quince minutos de fama. Decimos aquellos que algo hemos vivido, que la justicia cojea pero llega. Y si la justicia humana falla, la divina no.

El delito, aunque parezca glamuroso y se movilice en carros de alta gama y aviones y yates privados, y viaje por el mundo y se codee con el jet set nacional e internacional, al final del día sigue siendo delito. No podemos seguir creyendo la mentira que se nos quiere vender de que hay delincuentes buenos y delincuentes malos, porque todos son malos.

Esto sin negar la realidad palpable de que hay unos delincuentes mejor vestidos y relacionados que otros, pero delincuentes al fin y al cabo.

Mujeres jóvenes, respétense a sí mismas y entiendan la dignidad de que están revestidas. Es lamentable, lo que se ve hoy en las universidades del país, en donde algunas jóvenes han decidido vender su cuerpo, modalidad conocida como prepago, con cualquier justificación baladí. Sé del caso de una joven universitaria que iba a venderse a una cárcel colombiana sólo porque le gustaban las cosas de marca, y en un fin de semana podía ganarse hasta diez millones de pesos.

Es también muy común oír que el sueño de muchas jóvenes es ser amante o esposa de un traqueto. A todos los jóvenes, hombres y mujeres, les digo que la voz de la experiencia demuestra que el precio a pagar por esta mentira, es demasiado alto y realmente no vale la pena.

Uno sabe de casos, que aparentemente, lograron burlar la justicia y que se pasean tranquilos porque su delito no ha sido descubierto o simplemente porque encontraron encubridores dentro del aparato estatal, y que aparentemente disfrutan de lo mal habido. Sólo hay que esperar un poco más porque de una u otra forma pagarán. Y como dije antes, si la justicia humana llegare a fallar, la divina no.

Dice un adagio que aquel que no aprende la historia, está condenado a repetirla. Por esto, exhorto a la juventud, a reflexionar y mirarse en el espejo de los que fueron y ya no son. De aquellos que subieron de la mano del crimen y cayeron de la mano de la justicia.

De aquellos que como Eróstrato lo arriesgaron todo por la fama y la posición, pero que a diferencia de Eróstrato, no contarán con la suerte de que sus nombres traten de ser olvidados. Por el contrario, sus nombres serán recordados y repetidos como los simples delincuentes que quisieron ser.



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