Simbología oculta en el arte - II

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Milán, localizada en el valle de la Padania, es una metrópoli pletórica de historia, arte, cultura, futbol, moda, educación, finanzas, industria y gastronomía.

Con cerca de 1,5 millones de habitantes, recibe más de ocho millones de visitas al año. Hay mucho por conocer en la capital lombarda: el Duomo, el Teatro de La Scala, el Castello Sforzesco, Barrio Navigli, el estadio San Siro o Giuseppe Meazza (según el equipo que juegue), museos, pinacotecas y un sinfín de lugares de enorme valor histórico, artístico y cultural.

Muy cerca del Castello Sforzesco hay una iglesia medieval renacentista, Santa María delle Grazie, que tiene un atractivo muy particular y por el que se pagan casi €50 por admirarla: la Última Cena, de Leonardo Da Vinci. En no muy buen estado de conservación, se trata de un bello mural de más de 500 años de antigüedad que esconde misterios y simbolismos invisibles para el ojo no entrenado. Desde su creación, ha sido afectada por diversos factores externos, y retocada muchas veces. De un impresionante efecto dramático buscado por el autor, representa el momento en el cual Jesús anuncia la traición de uno de sus apóstoles: todos ellos aparecen reaccionando con distintos estados anímicos.

En el “El Código da Vinci”, Dan Brown nuevamente pone de moda un cuadro conocido hasta la saciedad; en el pasado, casi que en cualquier casa había una réplica. Siguiendo los postulados de Baigent, Leigh y Lincoln (autores de “El enigma sagrado”), Brown sugiere que la figura a la derecha de Jesús no es el apóstol Juan –el único imberbe– sino María, con quien Cristo habría tenido descendencia. Si el Santo Grial fuese un cáliz, ni este ni el vino aparecen en la pintura, reforzando la teoría de la “Sang Real” (Sangre Real, Santo Grial), el cual sería el supuesto hijo de Jesús y María. La presencia femenina en las cenas de festividad era común. Ahora, ¿qué hace Pedro detrás de Judas con un cuchillo en actitud amenazante? Otro punto es el recipiente con sal derramada debajo del antebrazo derecho del traidor, simbolizando así su destino aciago. Judas Tadeo sería el mismo Leonardo, y Simón el Zelote con quien dialoga sería Platón, ajenos a lo que sucede a su alrededor.

Un detalle que pasa desapercibido es el nudo en el mantel abajo a la derecha, símbolo de vínculo en Italia, que indicaría de una relación especial entre algunos de los contertulios. La actitud de Jesús y la presunta María son plácidas y distintas a los demás. Dos letras M parecen ser guías geométricas de la obra, y reforzaría la especulación de la presencia de María Magdalena. Los colores de las vestiduras de estos dos protagonistas apuntalan más la tesis: Jesús y María aparecen con ropas azules y rojas. Ello significa la complementación, más acentuada que la de una simple relación maestro-alumno. Profundizan más esos analistas. ¿Existe un bebé oculto en el cuadro? Parecería encontrarse poco nítido, también vestido de azul, escondido en el cuello de Judas. Algunos teóricos han deconstruido el cuadro, recortando y recolocando esas tres figuras: María  aparece a la izquierda de Jesús, y el supuesto niño, que antes miraba a Andrés, mira a Jesús. Entonces, todas las expresiones coinciden, las interpretaciones cambian, y las miradas de todos ahora recaen en el bebé. Santiago tiene una enorme similitud con Jesús; algunos afirman que eran hermanos; incluso, gemelos.

La disposición de los panecillos en la obra tampoco parece casual. Un músico italiano, Giovanni Pala, los unió mediante un pentagrama apareciendo una partitura. El primer intento de escuchar la melodía falló, pero Pala recordó que el genio escribía en espejo; entonces interpretó sus hallazgos en sentido inverso encontrando una pieza musical en la que predominan blancas y redondas. El resultado, además de hermoso, concuerda con el sentido de la obra.

Tal vez, ninguna obra se ha prestado a tantos análisis e interpretaciones, sin duda fascinantes. Creer o no es asunto personal. Leonardo, a casi 500 años de su muerte aun asombra con su maestría y simbolismos ocultos que muchos siguen buscando y encontrando. Hay mucho más por explorar en tan fantástica pintura, algunas descubiertas, más no reveladas, y otras por aparecer. Por cierto, ¿realmente fue Leonardo Da Vinci Gran Maestre del Priorato de Sion?