Bruto y paranoico

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



La suculenta cena concluyó con un Habano, de esos que le había enviado Raúl Castro, y un buen ron Bacardí, también obsequio de su incondicional aliado.  Se fue a dormir pero no pudo conciliar el sueño. Sudaba profusamente gotas de miedo hasta dejar empapada el pijama, ahogándose en su propio miedo.

A ratos se quedaba dormido, para inmediatamente despertar sobresaltado.  Sueño preñado de fantasmas, de los gritos de los inocentes que había mandado a asesinar.  Se levantaba de la cama y caminaba sin rumbo por la habitación queriendo huir de sí mismo y de su pasado, pero sabía que no tenía escapatoria. La certeza del final lo atormentaba.

Vivía una eterna pesadilla.  Era el hombre más custodiado de Venezuela pero se sentía inseguro entre los suyos.  Temía que una traición pusiera fin a su vida de manera abrupta.  Le preparaban los platos más exquisitos pero no los disfrutaba, temiendo que cada bocado fuera el último.  Estaba obligado por las circunstancias a apoyarse en todos, pero no podía confiar en nadie, y la zozobra permanente le carcomía las entrañas.  Un hombre en su posición no tenía amigos sino aliados, aquellos dispuestos a vender su lealtad, pero ¿por cuánto tiempo?

Su pueblo moría de hambre, y aquellos que no aguantaban más se iban del país, ya eran millones, y esto era una humillación inocultable.  Su adorado comandante Chávez y sobretodo él, habían arruinado uno de los países más ricos de la región.  Lo habían intentado todo para recuperar la economía y todo había fracasado.  Ya no eran dueños de su destino y estaban a merced de los mercados.  Mientras el pueblo moría de hambre, él y su camarilla estaban dedicados a saquear al país y a enriquecerse con el tráfico de cocaína.

¿Dónde estaban todos sus amigos?  Fidel muerto, Raúl gozando de buen retiro, Cristina en la cárcel, Correa huyendo de la justicia, Ortega tratando de mantenerse en el poder y masacrando a su pueblo, y el inefable Evo…quien lo hubiera dicho, al indio ignorante era al que mejor le había ido.  Sus ambiciones de potencia regional fracasaron: Unasur desbaratada y expulsado de Mercosur.  Peor, denunciado por casi todos los organismos internacionales y un sinnúmero de naciones, que pedían el fin de la dictadura.  ¿Sería cierto que por la plata baila el perro, y que ahora que no tenía los petrodólares de antes sus amigos lo habían abandonado?

Lleno de dudas, lleno de miedo y lleno de soledad y con la certeza de que su fin estaba cerca, Nicolás sufría sus días y sus noches.  Ojalá pudiera devolver el tiempo.  Estaba perdiendo la poca cordura que le permitía su ignorancia y la paranoia lo estaba llevando a ver complots, intentos de asesinato y enemigos por doquier. Ya no sabía qué era real y qué no.  Hoy acusaba a Colombia, uno de sus discursos favoritos, y al imperio Yanqui, y mañana acusaba a Brasil, a la OEA y a todo aquel que se le pasara por la cabeza.  La desesperación hace perder la razón.  En secreto, para no ser víctimas de la represión tiránica, su pueblo, de pronto todos, rogaba para que cualquiera de los miedos de Nicolás fuera verdad; pero mientras eso sucedía, seguían huyendo del hambre, la desesperanza y la represión asesina.

El hombre paranoico sintió no tener opción diferente a entregarle los recursos y el futuro de su pueblo a los chinos y a los rusos a cambio de protección y algo de dinero. Vistió el traje de mendicante.  Vladimir le había enviado un par de bombarderos, pero él sabía que el juego no funcionaría.  Y que en una guerra convencional, que sería la única probable, ni Rusia ni China podrían ayudarlo.   Sería una guerra de horas, y su derrota segura.  Nadie estaba dispuesto a inmolarse por Venezuela…ni siquiera él. 

Era un callejón sin salida.  Para colmo de males, estaba a punto de iniciar un nuevo mandato que sabía no terminaría.  Rogaba todas las noches por un infarto fulminante; era la única salida con algo de dignidad que le quedaba.

!Que no daría por volver a ser un simple chofer de bus!