Algo había que hacer y Duque lo hizo

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El Pájaro de Perogrullo

El Pájaro de Perogrullo

Columna: Opinión

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Las drogas ilícitas son un flagelo para la familia, la comunidad y el país en general. El consumo de estas sustancias ilícitas, que ahora llaman recreativo, sin ningún tipo de control estatal es contraproducente y peligroso. Por ello, hay que tratar este flagelo desde varios puntos de acción, que van desde lo educativo hasta lo policivo. Claramente la solución al problema de las drogas en el largo plazo es su legalización.

Esto acabaría con los dineros ilícitos y los impuestos ayudarían al sistema de salud pública y a las autoridades a mitigar y prevenir con educación y centros de rehabilitación el daño que estas drogas generan en las familias y la comunidad. Así como se reglamenta el expendio de alcohol y tabaco, se debe reglamentar el expendio y consumo de drogas ilícitas en caso de legalización. Así como se reglamenta la publicidad para el alcohol y el tabaco, para que no se pueda manipular a los jóvenes hacia su consumo, se puede reglamentar la publicidad de las drogas ilícitas en caso de legalización.

Esta legalización, por su puesto, requiere un amplio consenso nacional e internacional, del cual estamos separados años luz de distancia. Dado entonces a que hoy en día las drogas como la heroína, cocaína, marihuana, etc., son ilegales, para controlar este flagelo, sin judicializar al consumidor o adicto, el Gobierno Nacional decidió expedir el Decreto 1844 de 2018. Esta medida busca controlar a los jíbaros, restringiendo el porte de la dosis personal. De hecho, el famoso “libre desarrollo de la personalidad”, conforme se entiende acá en nuestro país, no es más que una licencia para saltarse reglas de mínima educación, convivencia y etiqueta y, en el caso de las drogas, traficar impunemente al menudeo. Tan vergonzoso es el tema que, a pesar de que la Constitución Política prohíbe el porte y consumo de estas sustancias ilícitas, salvo prescripción médica, no hay lugar a que se judicialice al infractor.

Esto por su “libre desarrollo de la personalidad”. Ahora bien, el “libre desarrollo de la personalidad”, consumiendo drogas ilícitas, puede desarrollarse en sitios cerrados y no en lugares abiertos al público y mucho menos en sectores cercanos a los colegios o parques donde está la juventud. Por ello, para evitar que jíbaros merodeen a los niños, cual lobos a las ovejas, se hace necesario poder incautar la dosis personal y proceder a su destrucción. Si no se puede judicializar al jíbaro, porque todos ellos pasan de adictos o consumidores casuales con licencia al estar desarrollando su personalidad, al menos confisquemos y destruyamos la droga ilícita, en especial controlando los parques y sitios cercanos a los colegios, lugares donde están nuestros jóvenes.

De hecho, como sociedad, tenemos la responsabilidad de educar a los niños y a la juventud para que no consuman drogas y darles además las herramientas para que rechacen cualquier ofrecimiento, pero también tenemos la responsabilidad de evitar que los jíbaros, merodeando parques y sitios cercanos a los colegios, puedan vender e inducir al consumo a tempranas edades. Por todo esto, a pesar de las críticas y lo difícil en su implementación de esta medida, algo había que hacer y Duque, como Presidente y buen padre de familia, lo hizo.