Conciencia samaria III

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


El alcalde de Santa Marta se confesó. De manera sencilla y jovial le contó el pasado domingo a El Informador sus cuitas. Más sus glorias que sus faltas, claro.
Era de esperarse, porque no buscaba que con la entrevista de Daniela García Gómez le fueran perdonados todos sus pecados. Habló de sus orígenes, de su pueblo natal, Pedregoza, en el municipio de Guamal -antes Nuestra Señora del Carmen de Barrancas- que fue fundado el 16 de julio de 1747 por Don José Fernando de Mier y Guerra, caballero de la Orden de Santiago y mariscal de campo sobre la baranda oriental del Río Magdalena, brazo de Mompox, si no lo sabían.

Dice en la entrevista que desde muy niño su madre cargó con él para Venezuela, en aquel tiempo prospera y señuelo de nuestros compatriotas del campo y de las ciudades de la costa Caribe como fuente fresca de trabajo y bienestar. Se regresó en plena adolescencia, a los trece, así que no alcanzó a estar para la naciente República Bolivariana que inaugurara años después el comandante Hugo Chaves Frías. Se radicó en la ciudad de Bastidas. Aprendió a sobrevivir sólo. Recorrió muchos barrios como inquilino de piezas. Se esforzó al máximo. Se hizo profesional en dos disciplinas universitarias, ocupó algunos cargos públicos y en octubre de 2015 fue elegido, a la edad de 42 años, alcalde con 91.294 votos.

Una carrera meteórica y milagrosa. Meritoria. Un legado. Una obra. Una por lo menos fluida vida política plagada de realizaciones. Jamás como registró con su firma Alejandro Durán su bien merecida entrada como concertista al Teatro Amira de la Rosa de Barranquilla: “Entré al teatro. Alejo”. Pero, eso no es lo que realmente importa ni tampoco cómo lo logró: “…luego renuncié -a la coordinación del empalme- para liderar la campaña de ‘Por qué Santa Marta está cambiando’, terminé de candidato, gané y aquí estamos”. Muy fácil. Lo que impacta a los samarios no es si pertenece o perteneció a tal o cual casta revolucionaria sino el talante moral con el que intentó o logró llenar nuestras expectativas de ciudad y de ciudadanía.

Santa Marta ganó porque con él se consolidó un proceso de transformación y porque quedó confirmado que cuando los alcaldes tienen voluntad política y decisión de poner el aparato y el servicio público para los intereses de la mayoría pueden hacerlo, dice, valora toda su gestión y su deseo de cumplir el plan que se trazó, porque cada obra es un “nuevo amor” desde que nace como idea y crece hasta que se entrega y, menciona los escenarios de los Juegos Bolivarianos, colegios y parques, edificios, calles y avenidas que brillan, sobresalen y se destacan en la silueta urbana, mientras en los intersticios de la trama invisible del talante humano se cuece el estigma de una ciudad que quiere ser y no puede.

No hay que despreciar, el esfuerzo por la construcción de las obras civiles que en muchos casos son estrictamente necesarias para ampliar coberturas y mejorar la calidad de los espacios de atención. Pero éstas, serán doblemente útiles y fecundas si se convierten en herramientas de cambio para accionar procesos culturales de formación de una ciudadanía activa, que sea capaz de participar, opinar y actuar en pro de sus intereses, que goce de oportunidades y garantías para crecer económicamente, educarse y proyectarse socialmente, acatando y cumpliendo las normas de convivencia y sirviendo de soporte y de motor, por su confianza en las instituciones y por sus iniciativas con sesgo innovador, del proyecto de ciudad que queremos.