Conciencia samaria II. Como anillo al dedo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Carlos Escobar de Andreis

Carlos Escobar de Andreis

Columna: Opinión

e-mail: calli51@hotmail.com


Del texto de Andrea Ramírez – Directora del Observatorio de Cultura de Corpovisionarios y Mauricio García Villegas – Doctor en Ciencia Política de la Universidad Católica de Lovaina, publicado en El Tiempo del 19 de agosto de 2018 pude apropiarme de algunas conclusiones que nos ayudan a avanzar en la reflexión que iniciamos el jueves pasado. Permítanme usarlo y recomendarlo como material de estudio para quienes queremos sumar más de cien de la conciencia samaria.  

En la ciudad invisible de Ítalo Calvino, se ve cómo las ciudades son mucho más que avenidas y edificios. Algo imaginario e invisible se cocina, crepita y se mueve por dentro. Ese algo es la cultura o la manera como las personas ven la realidad social y como se ven entre ellas, a través de creencias que las unen como la tolerancia, la ciudadanía o los derechos. La cultura es ese capital inmaterial de gran valor para la sociedad, que en algunos casos vale más que sus edificios y carreteras. O por el contrario, puede ser un lastre que obstruye la colaboración, la convivencia pacífica y el desarrollo.

Citan los autores a Alexis de Tocqueville que se refería a esos intangibles como “el talante moral de la población“ y sostenía que eran algo fundamental para la cohesión social, incluso más importante que las leyes o la riqueza material, el PIB o la Deuda Externa. .

“La ciudad que quiera elevar el talante moral de su gente, como decía Tocqueville, deberá pensar en promover un sistema de educación pública que enseñe el respeto por los demás y la cultura del cumplimiento de reglas“. La paz depende menos del contenido de normas morales y de la reiteración de esas normas que de la reciprocidad y de la imitación mediante el ejemplo. La gente se comporta de manera tolerante y respetuosa cuando ve que los demás, sobre todo los de su familia, colegas y amigos se comportan de esa manera. Nada destruye tanto la convivencia y la armonía dentro de un grupo social como el aumento del porcentaje de violentos, abusivos y pechugones.

El desafío entonces, para el proyecto de construcción de una paz sólida, estable y duradera está en fortalecer  los valores del respeto, la tolerancia y la resolución pacífica de conflictos, consagrados en la Constitución del 91. Cómo lograr semejante tarea. Primero, ampliando y mejorando el sistema público de enseñanza ya que mientras subsista la situación actual de apartheid educativo, en donde los ricos y los pobres estudian por aparte y con estándares de calidad diferentes, será muy difícil inculcar esos valores. Segundo, mejorando la capacidad del Estado para sancionar a los que incumplen las normas básicas de respeto social y se benefician del cumplimiento de los demás y, tercero, construyendo confianza entre los cumplidores, mostrándoles que somos la mayoría y que nuestro comportamiento beneficia a la sociedad y, por ende, a nosotros mismos.   

Santa Marta no puede darse el lujo, ni siquiera pensarlo, de “matar la gallina de los huevos de oro”, ofreciendo al turismo nacional y extranjero que se viene para la Costa Caribe y Colombia la imagen que confronta la belleza y armonía de su riqueza natural, su patrimonio y paisaje con el caos, el mal gusto, la agresión, la violencia y la sensación de incultura, pobreza, abandono e inseguridad que campea en sus calles. El turismo es la principal fuente de ingresos de la economía samaria y es su apuesta para el largo plazo para no pasar de ser “la ciudad con la magia de tenerlo todo”  a no tener nada.