Colombia: el país de la sagrada corrupción (II)

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jorge García Fontalvo

Jorge García Fontalvo

Columna: Opinión

e-mail: jgarciaf007@hotmail.com



Si el 22 de junio de 1902, después de la nefasta guerra de los mil días durante la cual más de ciento treinta mil personas perdieron la vida por asuntos de desacuerdos políticos, el presidente encargado de la República de Colombia, José Manuel Marroquín, y el arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, se hubiesen imaginado el grado de corrupción que se alcanzaría a percibir en la Colombia de hoy, no lo habrían nombrado el país del Sagrado Corazón. 

Se utilizan, vuelvo y repito igual que lo hicimos en la entrega anterior, este tipo de figuras lingüísticas para llamar la atención de todos los ciudadanos acerca de la triste realidad colombiana, y para hacer especial alusión de la vergonzosa problemática de corrupción que vive y ha vivido el país durante los últimos tiempos. 

No nos digamos mentiras, Colombia después de los controversiales hechos que han salido a la luz pública en días anteriores, ha dejado definitivamente de ser el país del Sagrado Corazón y se ha convertido en "El país de la sagrada corrupción". La malversación de los recursos del Estado, el abuso de poder, las mentiras, las intrigas, traiciones, los deshonestos arreglos políticos, el fraude y el engaño hacen parte de los términos más utilizados por los colombianos en toda conversación y discusión cotidiana.

Realmente, no creo que sea considerado y digno llamar de tan particular forma a este país, especialmente cuando lo bueno y respetable que hacen los deportistas, artistas, y otros destacados profesionales colombianos en el exterior, es magullado, maltratado y pisoteado por algunos sinvergüenzas, inescrupulosos y ambiciosos delincuentes de cuello blanco que sólo buscan su propio beneficio y provecho.

¿O es falso acaso, lo que ha trascendido a la opinión pública acerca de las actuaciones deshonestas de algunos funcionarios de la Dirección Nacional de Estupefacientes? Pienso que no. Hay que esperar las investigaciones, ya veremos.

Sin embargo, no creo que sea justo, que muchos de los que actúan en representación del pueblo en el Congreso, y otros órganos del poder público colombiano, se valgan de su posición e investidura para devolver a los narcotraficantes los bienes que les fueron expropiados en el pasado. Bienes que son producto de la actividad ilícita y el comercio de narcóticos. Bienes que cuestan y han costado la sangre de miles de colombianos, civiles, militares y policías honestos que han ofrendado su vida por defender la democracia, el honor y la honra de este sufrido pueblo.

¿Es mentira que Colombia es el país que ocupa el primer lugar en el mundo en falsos positivos y dudosas desmovilizaciones?, no es mentira, es la realidad plena de un país consumido por el fraude, el engaño y la hipocresía.

¿Es mentira que como consecuencia del programa de reinserción a la vida civil, se han incrementado los actos delincuenciales tales como las extorsiones, secuestros, asesinatos, y hurto a personas en las áreas metropolitanas? No es mentira, simplemente el campo de acción de guerrilleros y paramilitares desmovilizados, se ha trasladado del campo a la ciudad. Hoy los colombianos pierden la vida por un celular.

¿Es mentira acaso que los secuestrados por las Farc, militares, policías y políticos han sido utilizados como peones de ajedrez por los reyes y las reinas de la Farc -ZA, con el único fin de avanzar deshonestamente en sus intenciones políticas? Si no es así, entonces, ¿por qué ciertos personajes y su grupo de marionetas han montado la misma carpa de circo tantas veces, en vez de exigir la entrega total de éstos? Hasta por twitter anuncian su parodia.

¿Es mentira acaso que ciertos políticos anti-colombianistas, vendidos y apátridas, durante las últimas elecciones, estuvieron a punto de regalarle el país al remedo del libertador, Hugo Chávez, con el objeto de obtener apoyo de este nefasto personaje y así alcanzar el poder? No es mentira, los hechos lo demuestran.

Después de todo esto, ¿qué más se puede decir acerca de la perversidad de los corruptos? No mucho. Sólo le ruego a Dios, que este título no arrope a nuestra amada nación por mucho tiempo y que por fin la corrupción sea borrada de nuestros labios y mente.