Monumental metida de patas

Columnas de Opinión
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger

Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



El discurso de Macías se robó el show, cuando era el momento de brillar de Duque.  Lástima, porque de lejos el presidente Duque es mejor comunicador y orador que sus dos antecesores.  El discurso pronunciado por nuestro presidente fue coherente con lo que prometió en campaña y con el talante que se le conoce y a la altura de las circunstancias y del contexto. 

Mi opinión es que el discurso de Macías fue un total e innecesario despropósito y una pelada de cobre de marca mayor.  Claro, que metida la pata, al Centro Democrático no le quedó más remedio que rodearlo y defenderlo a capa y espada;  pendejos no son como para arrojarlo a las fauces de sus enemigos.  Alabar en público y reprender en privado.

La defensa es de dudoso cuño: que dijo la verdad.  Es cierto que muchos compartimos la radiografía presentada por Macías, y por esto más de diez millones de ciudadanos, la mayoría de los que votamos lo hicimos por Duque.  Hay otros ocho millones que no la comparten, y en el mejor de los casos solo a medias.  No era necesario hacer la radiografía frente a los invitados internacionales, y ha podido ahorrarnos a todos la vergüenza de mostrar al mundo los pocos quilates intelectuales de quienes nos representan. 

Lo dicho por Macías no cambió la opinión de los ocho ni de los diez millones ni alteró para nada la realidad del país.   Cada cual se aferra a su verdad, o mejor, a su realidad.  La verdad de los capitalinos no es la verdad de los habitantes del Catatumbo ni del Chocó.  Además, la verdad de Macías es una verdad de Perogrullo ampliamente conocida sobre todos por los que importan, entre estos los Estados Unidos.  Malinterpretó el momento y la audiencia a la que se dirigían. 

El problema no es solo de Macías.  La causa real del problema es que esa transición de mando está mal concebida.  Es conducente a este tipo de fiascos.  Hace cuatro años intenté ver la posesión de Santos, pero tuve que cambiar de canal porque me dio pena.  El entonces presidente del Congreso, creo que de la Costa Caribe, pronunció un discurso lamentable, pobre y vergonzante.  El momento de la vergüenza cuatrienal. 

El esquema actual es apto para la politización y el sectarismo.  Por otro lado no se entiende por qué el que toma el juramento es el presidente del Congreso, cuando debería ser el presidente de la corte que tenga a su cargo el deber de velar por el cumplimiento de la Constitución Política.  En el juramento de posesión, el presidente jura defender la Constitución y las leyes, y el guardián natural y último es la Corte Constitucional, debería ser ante este juez que se haga el juramento. 

El deterioro del calibre intelectual  y moral de nuestras altas cortes y del congreso es preocupante e inocultable.  Ya son poquísimos los faros que brillan con luz intensa en esas constelaciones.  Sin embargo, la formación jurídica del peor juez de la Corte Constitucional supera por mucho la formación de la mayoría de los congresistas, muchos de estos últimos borregos asalariados de dos patas.  Para ser congresista se exige muy poco, pero para ser magistrado de las altas cortes, en teoría, bastante.

Otra razón de fondo para despolitizar este magno momento, es que aunque el presidente es elegido por un partido o partidos, al convertirse en presidente, lo es de todos los colombianos, incluso de aquellos que no están de acuerdo con él o que pertenecen a la oposición.  La posesión en esencia es un acto jurídico y apolítico, aunque tenga un indudable trasfondo político, ya que es el resultado de un hecho político en el que se transfiere pacíficamente el poder. 

Ojala dentro de las reformas de este gobierno, este sea una de ellas.  El evento podría trivializarse y decir que no pasa de lo anecdótico e intrascendente, pero la verdad es que es el momento clave en que el nuevo presidente le vende al mundo y al país su plan de trabajo.  Sin importar las circunstancias, este es un momento de celebración cuyo único actor es el electo presidente.  Nadie, óigase bien, nadie tiene derecho ni licencia para opacar ese momento.